El nadador alicantino Jorge Crivillés acaba de realizar toda una proeza: completar el reto de los ‘Siete Océanos’ tras atravesar los casi 26 kilómetros de distancia que separan el Estrecho de Cook en Nueva Zelanda, convirtiéndose en el primer español que logra este título, el más prestigioso del mundo en la natación en aguas abiertas.
Crivillés, a sus 48 años, hizo la travesía en nueve horas y tres minutos, enfrentándose a fuertes corrientes, bajas temperaturas, viento y una densa niebla. Para alcanzar el reto de los ‘Siete Oceános’, el deportista alicantino ha superado a nado, además del Estrecho de Cook, el Canal de La Mancha; el Canal de Molokai, en Hawai; el Canal de Santa Catalina en California; el Canal de Tsugaru en Japón; el Canal del Norte entre Escocia e Irlanda; y el Estrecho de Gibraltar.
Con esta hazaña, el nadador, que cuenta con el apoyo de la Fundación ASISA, pretende dar visibilidad a los pacientes oncológicos de las asociaciones AEAL y GEPAC. Recién conseguido el desafío, Jorge Crivillés concedió una entrevista a Alicante Mag desde Nueva Zelanda, donde nos explicó los pormenores de este cruce y qué fue lo que sintió después de tantos años luchando por este sueño.
¿Cómo te has preparado para cruzar el Estrecho de Cook?
La preparación ha sido más o menos similar a los retos anteriores. El entrenamiento lo he hecho en piscina, combinándolo con el mar, también en agua fría. En el Estrecho de Cook en esta época yo pensaba que el agua iba a estar más caliente, sobre los 16 o 17 grados, pero la hemos encontrado bastante fría, entre 13 y 15º. No obstante, como a finales de agosto del año pasado atravesé el Canal del Norte, hice una preparación bastante concienzuda en cuanto a aclimatar el cuerpo al agua fría; eso me ha servido mucho para esta vez.
He seguido nadando, además sin neopreno, en agua fría y me ha venido muy bien. Hace más o menos un mes en Alicante el agua estaba a 13 o 14 grados, de modo que ese agua tan fría, que normalmente suele estar a esa temperatura en febrero o marzo, me ha venido de maravilla para entrenar de cara al Estrecho de Cook.
¿Qué dificultades te has encontrado en la travesía?
Básicamente las corrientes, que eran muy fuertes, con un mar además bastante embravecido, con una ola muy incómoda que me venía por la izquierda y me hizo bastante la puñeta.
En esa zona hay tiburones…
Sí, pero tuve la suerte, o no, de que no vi ningún animal. Por una parte, quería ver alguno, como delfines, que abundan por aquí. De hecho, los días previos dando una vuelta por una zona alrededor de la isla vimos una manada de delfines, es bastante habitual. Lo que ocurre es que el día que hice la prueba había mucha niebla y parece ser que este fenómeno ahuyenta a los animales.
Con el agua tan fría, ¿suele haber medusas?
Sí, pero en este cruce no me he encontrado ninguna. Aunque he tenido la desgracia de no ver ningún animal, he tenido la suerte de no tropezarme con las medusas, que suelen ser el factor común en todos estos cruces, quizás por las corrientes tan fuertes que había. Sin embargo, en el Canal del Norte el agua estaba más fría y me encontré un montón de medusas; eso depende mucho de los sitios, no se puede generalizar.
¿Qué es lo que sentiste al llegar a la «meta»?
Euforia total y absoluta, porque además los últimos kilómetros fueron muy duros. Había una corriente transversal muy fuerte que había que cruzar y el capitán de la organización, Philip Rush, me dijo: «A partir de ahora tienes que apretar todo lo que puedas, porque nos viene una corriente muy fuerte y si no la atraviesas no vas a poder concluir el cruce». Cuando te dicen eso… piensas: «Vale, adelante».
Venía apretando desde el minuto cero, como quien dice, y yo sabía que al final iba a tener que darlo todo, y así lo hice. Iba nadando sin mirar prácticamente hacia delante, entonces no fui consciente de la distancia real que tenía para llegar a la otra costa. Además, era una zona de acantilados con lo cual, de repente, te podías dar contra la pared. Y casi casi fue así, porque iba nadando, mirando lateralmente a la vez que respiraba, sin levantar la cabeza para mirar hacia delante. Y cuando en un momento dado alcé la vista, respiré y miré adelante fui consciente de que estaba ya al lado, como a 40 o 50 metros, y ahí sentí ya el subidón. De pasar una hora y pico antes pensando «esto me está costando mucho, está siendo complicado» a de repente decir «ya lo tengo ahí»… fue una explosión total de adrenalina.
¿Qué enseñanzas has obtenido de todo este proceso, a lo largo de varios años de duro trabajo hasta alcanzar los ‘Siete Océanos’?
Muchísimas. Ha sido un aprendizaje a nivel deportivo, personal, humano… No te podría decir uno en concreto. Te das cuenta de la capacidad del ser humano para enfrentarse a la adversidad y seguir hacia delante para superarla. Aunque la mayoría de las veces la he superado, en alguna ocasión no, lo que me ha supuesto un aprendizaje aún mayor, porque en esos momentos aprendes que no siempre te vienen dadas. Hay veces que aunque te hayas preparado, hayas entrenado, te hayas esforzado todo lo que has podido, estás en un entorno que no es el tuyo y en unas condiciones muy complicadas. Eso hay que aceptarlo, superarlo y decir: «Bueno, pues voy a volver a intentarlo».
Como yo hago esto a favor de dos asociaciones de pacientes oncológicos estoy muy en contacto con ellos, también por mi trabajo como visitador médico. Todos tenemos alguna historia cercana de amigos o familiares que tienen o han tenido cáncer y hay quien lo ha superado y quien no. Pero el factor común de la mayoría es su capacidad de resistencia y de lucha. Aprendo muchísimo de ellos.
¿Qué te han transmitido estas personas tras superar el reto?
Han sido muy importante sus palabras de ánimo, que siempre me han transmitido, pero en este reto quizás más, así como la figura que he tenido en mente, sobre todo de una persona que para mí es muy especial, que está dentro de AEAL. Todo eso ha sido un motor y una fuerza enormes, porque he tenido momentos bastante jodidos en este cruce. En esos momentos pensaba: «Si tengo a este amigo que está ahí luchando a tope, que está pendiente de mí ahora, que seguramente no está durmiendo o si lo está da igual porque estará atento a mi cruce cuando se levante, no puedo fallarles». Ésa fue mi sensación.
¿Tienes algún nuevo proyecto deportivo en mente o todavía es muy pronto, ya que estarás asimilando todo lo ocurrido?
Risas. Pues sí, la verdad es que todavía estoy en proceso de asimilación, pero ya hay cosas rondándome por la cabeza. Me han propuesto algo, pero primero lo que quiero es descansar y cuando vuelva a España pensaré en ello con tranquilidad. De todas maneras, sigo entrenando. Hasta ahora he tenido el apoyo de la Fundación ASISA, que ha sido fundamental para poder sacar adelante este proyecto y haber llegado a este buen fin. Cuando tenga algo más definido les propondré el nuevo proyecto a ver si quieren seguir apoyándome. Para mí sería fundamental. Sin ellos, esto habría sido imposible.
Tú siempre has reconocido que el logro de todos estos retos ha sido posible gracias a todo un equipo, del que eres la cabeza visible.
Sí, efectivamente. Esto sin un equipo de apoyo, con cometidos definidos, habría sido inviable. Están Rafa Pastor, mi kayak, que me acompaña tanto en las travesías como en los entrenamientos; mi hermano Carlos, el «chico para todo», que está siempre pendiente durante el cruce, de los avituallamientos, de que todo vaya bien, es quien cuando subo al barco me da la ropa y me abriga; mi mujer Chus, la encargada de la comunicación -si yo hiciera esto y nadie se enterara, no tendría mucho sentido-, ella lo difunde a cuanta más gente mejor y lo hace muy bien. También han sido fundamentales José Luis Larrosa, mi entrenador, y Selina Moreno, una nadadora como la copa de un pino que nos ha acompañado en casi todos los cruces y es la primera española que ha conseguido la Triple Corona en aguas abiertas.