Del pincel del artista oriolano Roberto Ferrández Gil brotan obras tan realistas que cuesta distinguir si se trata de fotografías o de pinturas. Sus pinturas, ya sean playas concurridas, calles de Orihuela, Murcia, París y Venecia o retratos de personas sencillas, destilan realismo hasta el más mínimo detalle, algunas de ellas no exentas de una fina ironía.
El pintor, que combina su producción pictórica con la docencia en un instituto de la Vega Baja, nos concedió en Orihuela, su ciudad natal, una entrevista a Alicante Mag.
¿Cómo nació tu afición por la pintura?
Es algo que se pierde en el tiempo, no lo recuerdo. No sé si primero aprendí a hablar, a pintar o a escribir. No sé cuándo me dije: soy pintor. Me ha gustado desde siempre, se lleva dentro y desde siempre. En el colegio era el típico dibujante de la clase.
Tu padre también dibujaba y pintaba, de modo que la pintura la has vivido en casa.
Sí, desde siempre. Mi padre, José Ferrández Ortuño, era pintor, escaparatista, decorador… Organizaba ferias de muestras, todo lo que tenía que ver con lo visual, era multifacético.
Entonces, ¿tuviste claro desde el principio estudiar Bellas Artes?
Sí, empecé Derecho un mes, pero me di cuenta de que eso no era lo mío. Pero la suerte fue que no perdí el año, me fui corriendo a Valencia y en noviembre ya estaba allí. En mi época no existía esta carrera en Murcia ni en Altea. Yo era de Letras y me aconsejaron que estudiara algo que tuviera más salidas que la enseñanza e hice derecho, pero enseguida descubrí que no podía dedicarme a algo tan ceñido como las leyes.
Cuando terminaste los estudios, ¿como fueron tus inicios? ¿Pudiste compaginar la enseñanza y la pintura?
Yo era consciente de que ser sólo pintor es muy difícil, desafortunadamente, iba a pasarlo mal y a malvivir, sin calidad de vida digna. Por eso busqué un equilibrio: dedicarme a la pintura y tener una vida confortable.
¿Cómo te iniciaste en el mundo de la docencia?
Hice oposiciones y las aprobé en 2001. Soy profesor de dibujo, del cuerpo de profesores de Secundaria. Desde hace 17 años doy clases en un instituto de Callosa de Segura, donde estoy muy a gusto. Además, los alumnos no viven en mi ciudad, lo que me otorga mucha tranquilidad, porque mis alumnos son puras hormonas (risas).
Tus cuadros hiperrealistas me recuerdan mucho al estilo de Antonio López. Si vivieras en Madrid o en Barcelona posiblemente tendrías notoriedad pública.
Gracias. Yo estoy aquí a gusto, tengo mi zona de confort, quizás si me hubiera movido más por Madrid… Pero la enseñanza también te atrapa, se desarrolla mucha energía.
¿Dónde has expuesto tus obras?
En galerías de arte de Murcia, me he presentado a certámenes donde me han dado nominaciones.
¿Cómo definirías tu estilo?
Me siento cómodo en el hiperrealismo, aunque tirando a realista con algo de expresionista. También me llama la atención la ironía, la deformación a partir del hiperrealismo. Me gusta intentar reflejar el alma humana, porque creo que dentro del ser humano está el arma más poderosa que conozcamos del universo, que es la mente. Por eso me interesan los estados anímicos, las emociones… Ahora estoy virando a ese tipo de representación. En algunas escenas de las playas que he dibujado hay caras un poco grotescas. Siempre me ha gustado mucho Goya, su visión grotesca e irónica de la sociedad.
La masificación me agobia, ya sea en playas o en centros comerciales, y es lo que critico. Me repele y a la vez me resulta interesante plasmarlo. Con la edad me alejo más de lo políticamente correcto.
Más información, en la web robertoferrandez.com