El Museo de Bellas Artes Gravina (MUBAG) abre hoy las puertas a un doble viaje: el de un artista adelantado a su tiempo y el de un país que aún digiere sus heridas. La exposición Modernidad y valentía. La colección más íntima de Lorenzo Aguirre se complementa con la muestra ‘Alicante en tiempos de Aguirre’, que revisa el contexto cultural de la ciudad desde finales del siglo XIX hasta el primer tercio del siglo XX, coincidiendo con la Edad de Plata alicantina. La iniciativa no sólo recupera la memoria de un pintor injustamente olvidado, sino que además tiende la mano para asomarnos al alma de un hombre que vivió —y murió— con convicciones firmes y sensibilidad desbordante.
Más de cien obras, datadas entre 1904 y 1942, componen esta muestra que ha sido posible gracias a la generosa donación de la familia Grande-Aguirre. El conjunto, que puede visitarse desde hoy hasta el próximo mes de octubre en la segunda planta del MUBAG, traza un recorrido cronológico por las distintas facetas de un creador poliédrico: ilustrador mordaz, pintor intimista, paisajista delicado y narrador de despedidas.
La exposición comienza con un Aguirre crítico y agudo, que se dio a conocer en la prensa ilustrada madrileña a través de viñetas moralizantes y caricaturas llenas de ingenio. No tardó en dar el salto al cartelismo, mientras mantenía una producción pictórica más personal, donde empezaba a latir la emoción que luego marcaría su obra más íntima.
Destacan los retratos familiares, pequeñas ventanas al universo doméstico del artista, y los paisajes de Moraira, ese rincón de la costa alicantina que convirtió en refugio de verano y fuente de inspiración. Durante su breve exilio en Francia, Aguirre traslada esa mirada lírica a los parajes de Normandía, capturando en pequeñas piezas la belleza del norte francés y la esperanza anclada en los muelles de Le Havre, donde soñó una huida que nunca llegó.
Pero el tramo final de la muestra es el que más nudos deja en la garganta: la serie dedicada a la Madre María Ràfols, pintada en prisión como agradecimiento a las religiosas que le cuidaron en su primer encarcelamiento, y tres fábulas ilustradas —inéditas hasta hoy— que Lorenzo dedicó a sus hijas poco antes de ser ejecutado en la cárcel de Porlier en 1942. Son testamentos en forma de cuentos, donde la ternura sobrevive al miedo, y donde el arte se convierte en último refugio ante lo inevitable.
La muestra incluye una innovadora propuesta: un audiovisual que mediante la Inteligencia Artificial dota de movimiento a las figuras retratadas en las pinturas. En definitiva, las obras de Aguirre, quien pese a su origen navarro es considerado alicantino de adopción, destilan belleza, pero también dignidad y memoria.