Antonio Vélez Celemín es uno de los artistas más reconocidos de la técnica del papel marmoleado, un tipo de papel decorado que tiene su origen en Japón (Suminagashi, tinta negra que flota en el agua) y que posteriormente llegó a Europa a finales del siglo XVII, principalmente a Francia y Alemania, evolucionando hasta adquirir una gran complejidad y diversidad.
Abogado de profesión y empresario, se ha dedicado desde el año 2004 a investigar sobre esta técnica y ha transmitido sus conocimientos a través de su labor docente como profesor en instituciones públicas y privadas, con la divulgación de artículos en prensa especializada y con su libro “El marmoleado: del papel de guardas a la obra de arte”, un estudio completísimo para profundizar sobre la historia y el desarrollo de este arte milenario.
Este procedimiento complejo, que consiste en plasmar dibujos indefinidos haciendo flotar pinturas sobre una base de agua y cola, permite obtener papeles con decoraciones únicas e irrepetibles. En el proceso influyen la viscosidad del líquido, el tipo de papel, la composición y espesor de las pinturas y la habilidad técnica y artística de cada artesano, que aunque puede parecer accesible para cualquiera, lo cierto es que no todo el mundo obtiene los mismos resultados.
Los materiales usados son fáciles de conseguir: agua, pinturas al óleo, tintas litográficas, acuarelas o pinturas acrílicas de amplia experimentación hoy día, aguarrás, u otro disolvente, hiel de buey, una varilla para remover, papel o folios, cubeta o barreño… La disposición de las gotas de pintura y los movimientos que se realicen en el agua determinarán el estilo del papel.
Resulta casi imposible decidir cuál de los papeles de Antonio Vélez Celemín es más bonito. Observarlos es situarse frente a un estallido de formas y colores que ejercen un poder casi hipnótico. Todos son espectaculares. Se utilizan principalmente en encuadernación, papelería, enmarcación, como fondos de caligrafía o, simplemente, como obras de arte colgadas de la pared.