U
n cuaderno hecho con seis porciones de papel higiénico es el poco ortodoxo material sobre el que Miguel Hernández Gilabert, en las deplorables condiciones del Reformatorio de Adultos de Alicante donde moriría poco después a causa de una tuberculosis, escribió a su hijo cuatro relatos: El potro oscuro, El conejito, Un lugar en el árbol y La gatita Mancha y el ovillo rojo.
La Biblioteca Nacional ha adquirido este manuscrito, pieza última del legado del gran poeta alicantino, para encargarse de su correcta conservación. Por el momento no ha habido ninguna declaración por parte del organismo que muestre intenciones de hacer públicos los cuentos, aunque dos de ellos ya habían sido publicados en 1988 en un facsímil titulado Dos cuentos para Manolillo.
El manuscrito pudo salir del Reformatorio gracias al dibujante Eusebio Oca Pérez, que lo recibió de manos del poeta con la orden de hacerlo llegar a su hijo Manuel Miguel
La singularidad del manuscrito brilla además a otros niveles. Además de los ya comentados contextos espacial y temporal y de la originalidad de dos de las obras contenidas, hay que incidir en el hecho de que están relatados en prosa, lo que indica una deriva postrera respecto al grueso de su obra. El precario cuaderno contiene tras el conjunto de cuatro cuentos una serie de hojas en blanco, lo que puede indicar que la intención de Miguel Hernández era escribir más relatos si le era posible.
El manuscrito pudo salir del Reformatorio gracias al dibujante Eusebio Oca Pérez, que lo recibió de manos del poeta con la orden de hacerlo llegar a su hijo Manuel Miguel, fruto de su matrimonio con Josefina Manresa. Oca Pérez había elaborado dibujos para los cuentos El potro oscuro y El conejito, para dárselos al hijo del poeta en conjunto con los textos.
En definitiva, la Biblioteca Nacional se puede congratular de haber obtenido un documento en el que Miguel Hernández, una de las figuras más brillantes que la provincia de Alicante habrá aportado a la Historia, vuelve a declarar su amor incondicional por uno de los pocos rayos de luz que su vida de adulto le concedió.










