Leonardo DiCaprio en una escena de 'Una batalla tras otra'.

Como cada final de año, toca mirar atrás con la memoria afilada y el corazón aún en la butaca. Éste es el primer tramo de mi habitual repaso cinematográfico anual: una primera parte centrada exclusivamente en el cine estadounidense estrenado en 2025, siguiendo un orden alfabético.

Quince películas que, por motivos muy distintos —riesgo formal, potencia narrativa, mirada política o simple fulgor cinematográfico—, se han quedado conmigo más tiempo del que dura un fundido a negro. No es un ranking definitivo ni pretende sentar cátedra: es, sencillamente, el mapa personal de un año de cine visto, pensado y sentido.

Una batalla tras otra

Milagro cinematográfico que cobra vida ante nuestros ojos. No sólo estamos ante un brillante ejercicio de un virtuoso de la dirección, el ritmo y el montaje. Además, el film está lleno de cargas de profundidad sobre el mundo actual, metáforas visuales y narrativas, homenajes sutiles a clásicos del New Hollywood y humor descacharrante y excéntrico.

The brutalist

Siempre violentados, siempre hacia delante. Recuerda por momentos al cine más exigente de Paul Thomas Anderson (The master o Pozos de ambición), las epopeyas demoledoras de Cimino (El cazador, La puerta del cielo) o la alegórica y maravillosa Georgia-Four Friends de Arthur Penn.

Una casa llena de dinamita

Se puede estar más o menos de acuerdo con lo que propone Bigelow en sus films, pero lo que es difícilmente cuestionable es su maestría a la hora de dirigir y narrar sus historias de la forma más eficaz, convincente y potente posible, consiguiendo atraparnos con historias que, a priori y en mi caso, no son las que más interés me podrían despertar.

Companion

Thatcher y Quaid están magníficos en una historia repleta de lecturas, retorcida, sangrienta y extrañamente divertida. No deja títere con cabeza ni de sorprender con cada revelación.

Eddington

Sátira desquiciada que se ha convertido en nuestra realidad. La violencia aflora de una manera que recuerda a clásicos como La jauría humana, en los que las tensiones a flor de piel estallan de manera incontrolable. Las secuencias más potentes del film se dan cita en este momento, pero también cierta confusión narrativa y de caracterización de personajes que no queda claro si es buscada o involuntaria.

Ghostlight

Una de las joyitas ocultas del año. Oda a la vida de las personas anónimas y sus vidas aparentemente sencillas, pero llenas de detalles personales… y sobre el poder curativo del teatro.

Indomables  

Nueva perspectiva de una época. En esta adaptación literaria, exquisitamente ambientada y fotografiada, el experimentado director de series juega con nuestras expectativas de diversas formas. La visualización y representación de varias minorías eternamente silenciadas en el pasado por cuestión de prejuicios, censura y una errónea idea del decoro lanzan nueva luz a los asuntos y nos hacen ver las cosas de otra manera.

La larga marcha

Potente adaptación de la novela de Stephen King que aúna fuerza narrativa con notables cargas de profundidad sobre el mundo actual. A pesar de que la premisa parecía prometer un film monótono y repetitivo, nada más lejos de la realidad. 

Un ‘like’ de Bob Trevino

Autenticidad y sensibilidad. La película crece de verdad cuando ambos protagonistas se conocen y se ayudan a superar traumas, decepciones y precariedades. Lymon aboga no sólo por un entendimiento-tolerancia entre generaciones, sino por una conexión espiritual y de profunda amistad entre ambos.

Materialistas

Cuando el amor y las personas son una transacción más. Corre el grave riesgo de ser entendida como una falaz moralina romántica, cuando rebosa una tremenda sinceridad, autenticidad, perspicacia y espíritu crítico. No en balde es cine político y de crítica social con envoltorio de tontería hollywoodiense. 

The Mastermind

Consigue trasladarnos con mano maestra a su espacio-tiempo gracias a un magistral uso de un presupuesto ajustado. Por momentos desconcertante, gana enteros gracias a O’Connor, quien dota de una vulnerabilidad patética a su personaje de privilegiado inconsciente. Un estudio existencial sobre la mediocridad, la fragilidad masculina y el egoísmo del que pretende vivir permanentemente aislado de la realidad social del momento, tema perfectamente ejemplificado en su magistral desenlace.

Nickel Boys. Los chicos de la Nickel

Visibilizada gracias a los Oscar -aunque fue la única de las nominadas a mejor peli que no se estrenó en salas en España- propone una fórmula narrativa que al principio resulta exigente y desconcertante. Luego se revela como la mejor forma de plasmar en pantalla la invisibilidad de ciertos colectivos. Notable cinta con un final para recordar.

Los pecadores (Sinners)

Espectacular y arriesgada mezcolanza que acaba funcionando a la perfección. Coogler nos aporta su visión de primera mano sobre su comunidad, muy basada en las experiencias de sus abuelos del sur del país y se erige en un bello canto al deseo de recuperar los ritos de encuentro perdidos tras la pandemia. Y lo hace, logrando sacar el mejor partido a lo que de bueno ofrece el cine digital, consiguiendo momentos de gran potencia y belleza

Presence

Una comprometida vuelta de tuerca a las historias de casas encantadas. El guionista David Knoepp constata que a quien hay que tener miedo es a los vivos y que nos vendría bien de vez en cuando una presencia sobrenatural que impartiera justicia sobre los lobos con piel de cordero o bro.

Weapons

Demoledor retrato de un país en formato de cine de terror.  Barbarian era una película de tesis, pequeña y de pocos escenarios, con uno de los mejores giros argumentales de los últimos años. Sin embargo, Weapons -con mucho más presupuesto- se puede permitir una construcción más poliédrica con una trama que se narra bajo diferentes puntos de vista.

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