En la Sala La Llotja de Elche hemos visto un buen trabajo de Esclafit Teatre, titulado Germans, de Pascual Alapont, una de las últimas producciones del colectivo, con dirección de Iván Jiménez e interpretación de Morgan Blasco y Alberto Baño.
La marca que caracteriza a Esclafit Teatre es la profesionalidad en los trabajos que ejecuta, así como el riesgo que asume a la hora de poner en escena ciertos espectáculos; también, la novedad de ver algunos textos necesarios en la escena, repuestos, como es el caso de El verí del teatre, de Rudolf Sirera, estrenado recientemente, u otros como Joanot, de Joan Navé, una versión libre del Tirant de Martorell, un monologo con precisión de relojería, muy interesante, estrenado hace algunas temporadas.
Germans es un texto ágil, casi una comedia pequeña, o comedieta, con una pizca de vodevil y algo de sainete, que discurre de modo sutil, adornado con algunos momentos áridos; en ella, se trata el tema de la herencia, la distribución entre herederos, la venta de los bienes, etc. Hacerlo en clave comedia es un acierto, pues de este modo, entiendo, se le quita hierro a lo que tratado en profundidad ha llegado a veces a convertirse en tragedia, o al menos en gran drama. Recuérdese sino el texto Hay que deshacer la casa, de Sebastián Junyent, Diktat, de Enzo Cormann, o La herencia, de David Barreiro –no confundir con La herencia, de Joaquín Calvo Sotelo, que es otra cosa que nada tiene que ver-.
Los dos únicos personajes, Paco y Gaspar, hermanos, se desenvuelven con habilidad, a veces como los chiquillos que fueron, tratando asuntos que a ambos atañen, con los consiguientes recuerdos comunes. Con los padres fallecidos, tras un cuarto de siglo sin verse, están dispuestos y determinados a repartirse el dinero obtenido por la venta de la casa familiar. El encuentro será en la playa -un espigón en el mar- un lugar en el que pueden merendar, observar la luna y las estrellas, el lugar al que iban de pequeños a pescar con el padre, un lugar inocente, en apariencia.
Se nos desvelará que uno de ellos es homosexual y que el otro, viviendo lejos muchos años, se ha divorciado y liado con una joven mujer, menor incluso que su propia hija; que aquel sufrió acoso en el instituto, que este necesita dinero, etc. Estos elementos y otros formarán parte de la pequeña tragedia subyacente en Germans y serán elementos arrojadizos que cada uno utilizará contra su hermano. La comedia o comedieta está servida, pues se mueve en estos términos y registros con situaciones de contraste que la impregnan de un cierto sabor agridulce, con personajes ordinarios, poco ilustrados que, más o menos solos, van sorteando la vida.
La acción transcurre en una zona solitaria en la que están presentes las evocaciones y remembranzas de ambos protagonistas, que, de modo unívoco, crean situaciones hilarantes, sinceras, chocantes… Pero, bajo esa superficie de ambiente distendido pronto aflora la pequeña tragedia de esta pequeña comedia, en la que cada uno de los hermanos confiesa al otro su secreto, algo que permanecía oculto, y que, una vez expuesto, facilitará el encuentro entre ambos, no ya como adversarios, rol que han asumido hasta ese momento, y sí como hermanos que se escuchan y comparten, posiblemente.
Pronto se alcanza un clima de silencio y concordia, un pacto entre hermanos, que, reconciliados, funden su presencia y aliento tanto con el mar como con el suave oleaje y brisa de una noche tintineante plena de estrellas.
Entre carrizos, junto a la mar, quizás consigan enmendar algo sus vidas.
¡Salud y Teatro!
Paco Alberola