Tras el éxito de ‘Un destino propio’, María Montesinos continúa su trilogía sobre las primeras mujeres que se atrevieron a luchar por ejercer su profesión a finales del siglo XIX, pese a todas las dificultades de la época. ‘Una pasión escrita’ (Penguin Random House, 2021) cuenta la historia de Victoria, una joven que después de unos años en Viena regresa a Madrid, donde se enfrenta a la encorsetada vida social de las mujeres de la alta burguesía española. La época en que frecuentaba los salones literarios vieneses y cultivaba su afición por la escritura parece haberse quedado atrás, pero ella no está dispuesta a resignarse.
Mientras tanto, en la zona más popular de la capital, Diego trabaja en la imprenta familiar al tiempo que lucha por abrirse un hueco como reportero. Son años efervescentes para el periodismo, en los que los artículos de El Imparcial, El Liberal y La Correspondencia son comentados por todos los madrileños. Será precisamente en uno de estos diarios donde los destinos de Victoria y Diego se crucen por primera vez.
Inspirada en las historias reales de tantas periodistas obligadas a ocultarse bajo un seudónimo masculino para conseguir publicar, esta novela recrea una época histórica fascinante y nos invita a vivir una emocionante historia de amor.
La mujer en el siglo XIX
En el XIX la lucha por la igualdad de género era un tarea ardua y la marginación de las mujeres un hecho escandaloso. Las mujeres con inquietudes literarias e intelectuales eran despectivamente tildadas de “literatas». Las que se animaban a escribir lo hacían a veces con seudónimo o a escondidas de los maridos. Un lugar tan representativo de la cultura madrileña como el Ateneo les estaba vedado.
Y, en general, las mujeres sufrían una situación de tutela por parte de los maridos o de los padres. Incluso algo tan personal e importante como el matrimonio, la elección del hombre con quien casarse, solía ser algo, a esas alturas del siglo XIX y como comprobará la protagonista, que era decisión de los padres y contra lo que no resultaba fácil rebelarse.
Las mujeres, sin embargo, no sólo pugnaban por conseguir esos derechos fundamentales, sino que se comprometían en causas sociales como la de la abolición de la esclavitud (vigente todavía en las colonias del Caribe), en la que tenían un destacado protagonismo que también muestra la novela.
El periodismo decimonónico
El mundo del periodismo decimonónico está minuciosa y fielmente reflejado en la novela. En esos años, empieza a emerger un nuevo periodismo profesional que quiere ganar lectores y dinero por la calidad de la información que ofrece, y en el que son los propios redactores los fundadores de la empresa. Pero no es eso lo habitual. Los periódicos son más bien el altavoz de una persona o un partido político, a los que se deben, desdeñando cualquier otra consideración.
La novela se fija en las principales cabeceras. El Imparcial y El Liberal «se habían erigido en los últimos tiempos como los más ambiciosos, los más modernos, los más profesionales, por delante de La Correspondencia, que se desinflaba mes a mes en las ventas; de El Globo, encadenado al discurso republicano de Castelar, y de la ‘vieja dama’ La Época, poco interesada en ganar lectores fuera de los salones y los despachos».
Al mismo tiempo, se trata de un mundo pequeño –«el Madrid de las noticias cabe en un pañuelo»– y de un periodismo artesanal en el que los periodistas se manchan las manos de grafito y tinta, y se pueden pasar el día y la noche en la redacción esperando las pruebas de imprenta y descansando a ratos en divanes. Y como casi siempre, está socialmente mal visto, no parece un trabajo serio porque «las letras no dan de comer» y los padres de familia –también como siempre en España– prefieren para los hijos “un empleo seguro en la administración pública”.
Tradicionalmente, el periodismo ha sido visto con una mezcla de admiración por sus virtudes y rechazo por sus vicios (ahí está el excelente ejemplo de Primera plana, donde se mostraban sus defectos, pero también la adicción que provoca en quienes lo ejercen). También es así en la novela de María Montesinos, donde no se ocultan costumbres como la de escribir una crónica a ciegas antes de celebrarse el acto o escribir críticas que, bajo un estilo altisonante, no dicen nada en realidad hasta el punto de hacer dudar al lector de que el crítico se haya leído aquello que reseña.
Los personajes de la novela
En ‘Una pasión escrita’ aparecen numerosos personajes reales que muestran las inquietudes que les movían, pero también las contradicciones que –hijos de su tiempo, al fin- les aprisionaban. Así, una figura tan interesante y atractiva como Concepción Arenal, comprometida en causas filantrópicas y de emancipación de la mujer, defiende que las mujeres sean abogadas, pero no jueces (porque les falta autoridad), pediatras, pero no cirujanas (porque la visión de la sangre y las vísceras podría alterarlas), ni dedicarse a las armas. O los hombres ligados a la Institución Libre de Enseñanza, cuyo progresismo no dejaba de ocultar un cierto paternalismo hacia la mujer.
Aparecen además prohombres del periodismo y la cultura, como José Ortega Munilla, Eduardo Gasset, Miguel Moya, Mariano de Cavia, modelo de periodista todoterreno, o la joven Sofía Casanova que, más de treinta años después del momento en que transcurre la novela, cubrirá para el diario ABC la revolución rusa de 1917.
María Montesinos es licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y ha trabajado tanto en medios como en comunicación social. Su novela ‘Un destino propio’ ha sido aclamada por la crítica y los lectores, convirtiéndose en un best seller.