“Los sueños asequibles de Josefina Jarama” (Alfaguara, 2022) es la segunda novela de Manuel Guedán, una hilarante comedia no exenta de crítica social que recorre tres décadas de la historia de España, entre los años 70 y 90, a través de las andanzas de Josefina, una joven al más puro estilo de la tradición picaresca que tiene que buscarse la vida para sobrevivir en el implacable y despiadado mundo laboral.
Guedán (Madrid, 1985), doctor en literatura latinoamericana, editor y profesor de creación literaria, echa la vista atrás para indagar en la España de los años 70 y sitúa a su protagonista en un periplo laboral que la lleva a trabajar en la industria juguetera de la localidad alicantina de Ibi, el negocio de los flyers al calor de la famosa ruta del bakalao de Valencia en los años 80 y principios de los 90, la banca en un pequeño pueblo de Córdoba en el momento previo a la liberalización del sector y el incipiente negocio de la comida a domicilio en Madrid. Estos escenarios le sirven al autor para hacer un retrato de una España poco abordada en la literatura más reciente y tratar de entender a quienes buscan el ascenso social a toda costa cuando la vida no se lo ha puesto nada fácil.
Manuel Guedán presentará la novela el próximo miércoles 20 de abril, a las 19 h., en la Librería Pynchon&Co de Alicante, donde conversará con Manuel Asín. Un día antes, el martes 19 de abril a las 19 h., el autor presentará su libro en el Museo del Juguete de Ibi (Glorieta Nicolás Payá Jover, 1), conversando con Luis Casado, de la librería Plumier, organizadora del evento.
Con el fin de asomarnos a sus páginas, mantuvimos una entrevista con el autor.
Manuel Guedán cuenta con un notable curriculum académico y laboral: tras finalizar sus estudios en la Universidad Autónoma de Madrid y doctorarse, pasó por la Universidad de Berkeley, en California, la Sorbona, en París, y la Montaigne, de Burdeos. Ha ejercido de crítico literario y cinematográfico, ha sido editor en Demipage y en la revista cultural Buensalvaje. En 2013 publicó el ensayo literario “Yo dormí con un fantasma. El espectro de Manuel Puig en Alan Pauls y Mario Bellatin” (Aldus, 2013), sobre el escritor argentino y autor de la inolvidable “El beso de la mujer araña”. En 2016 publicó su primera novela, “Los favores” (La Palma, 2016), y el ensayo político “Podemos. Una historia colectiva” (Akal, 2016).
“Los sueños asequibles de Josefina Jarama” es su segunda novela, que gira en torno al complejo escenario laboral de España a lo largo de tres décadas, donde el esfuerzo no parece ser suficiente para alcanzar el éxito. ¿Qué ha querido transmitir con esta historia?
Por un lado, la novela busca hacer una crítica de la cultura de la meritocracia. Nos dicen que a través del esfuerzo y las capacidades individuales uno puede crecer profesionalmente y mejorar socialmente. No niego que eso no tenga una parte de verdad, porque si no la tuviera la gente no lo creería. Hay unos pocos casos, pero es algo mucho más minoritario y anecdótico de lo que se nos dice. Josefina es un personaje que cree en ese esfuerzo de la meritocracia y en la novela hace un viaje que le lleva de creer hacia otro sitio.
Por otro lado, pretende trazar un retrato de la España de los últimos años, desde mediados de los años 70 hasta principios de los 90, tiempos de los que no tengo recuerdos en primera persona, pero no quería hacer una novela sobre la crisis económica de 2007 o 2008, que sí es la que tiene relación directa con mi vida y la que marca las expectativas y las frustraciones de mi generación. Quizás porque tenga la sensación de que se ha escrito mucho sobre ello últimamente y aunque se pueda hacer más todavía, se corre el riesgo de quedarnos lamiéndonos las heridas de ese trauma colectivo reciente. Quería ir más atrás y explorar algunos de los hitos que han sido fundamentales en esa última gran recesión, pero desde sus orígenes.
La historia de Josefina pasa por cuatro momentos muy concretos. Primero, el fin de la industria en Alicante, en concreto en el Valle del Juguete, en Ibi. Después, el nacimiento de la industria del ocio, la conversión de España de un país industrial a un país de servicios, y eso pasa cuando sube apenas unos kilómetros al perder su trabajo en la fábrica de juguetes y empieza a trabajar en una imprenta en la ruta del bakalao, en la movida valenciana de los años 80, cuyos inicios coinciden con el cierre de los Altos Hornos de Sagunto por la armonización con Europa. Luego, a finales de los 80 y principios de los 90 comienza a trabajar en la banca, con el boom bancario, la liberación de los tipos de interés y la competencia en un sector que hasta entonces era más bien familiar. Y finalmente acaba trabajando en Delypizza -podemos intuir de qué empresa se trata-, que supone el inicio del reparto de la comida a domicilio y de alguna manera de los ryders, no como los conocemos hoy en día, obviamente en otras condiciones. Pero se comenta en la novela que el modelo de éxito de una empresa como Telepizza en España y del empresario de origen cubano que la puso en marcha, Leopoldo Fernández Pujals, pasaba en el fondo por la reforma laboral del PSOE de 1984 que permitía que empezara a haber contratados temporales y repartidores en determinados momentos. Esos son los ejes fundamentales: la historia de Josefina y la del país, que se dan la mano y se cuentan en forma de comedia.
La picaresca, el sarcasmo y la ironía están muy presentes en la novela. El humor, además de mostrar de una manera atractiva la forma de vida de un país en un momento determinado de su historia, ¿constituye una sutil herramienta para la crítica social?
Sí, sin duda. Para mí, la novela nace un poco del rencor de tener que empezar a trabajar en una oficina, 40 horas sentado delante del ordenador, en el mismo sitio, y tener que pedir permiso para salir y para cualquier cosa, porque de alguna manera realmente tu tiempo deja de pertenecerte. Ese es uno de los impulsos para escribir la novela, el rencor al asimilar el hecho de formar parte del mercado laboral. La forma de trabajar artísticamente con ese rencor que nos producen muchas cosas en la vida, la manera de reciclarlo y de que la novela no fuera amarga -porque yo no lo soy y además la amargura no nos sirve para transformar políticamente la realidad-, era hacerlo desde la comedia.
Uno de los peligros de la sátira para mí es que si esta se adueña de todos los personajes, la ideología del autor corre el riesgo de imponerse a la realidad de la novela, de manera que uno acaba siendo un empleado estupendo y otro un jefe malvado. Esa sería tu crítica de costumbres, pero no me gusta el arte que se da codazos con el lector, codazos de complicidad, sino para cuestionarnos otras cosas. Quería hacer comedia sobre las prácticas laborales, pero no pretendía que fuera una sátira sin más. A veces el lector estará en contra de Josefina, que en ocasiones es pelota, chivata, una trabajadora incómoda, con un afán de crecer enorme; y los jefes, aunque le dan la patada, también tienen momentos de complicidad y de ternura con ella. Eso para mí era fundamental.
El título de la obra define los sueños de la protagonista como “asequibles”. ¿Qué ha querido decir con ello?
“Sueños” es una palabra que no me ha gustado nunca. Si hace unos años me hubieran dicho que escribiría un título con el término “sueños», me habría tirado por la ventana. Es una palabra que me da mucho miedo y creo que sirve para encubrir cosas muy peligrosas. Decir “persigue tus sueños” a personas que quizás no tengan las condiciones ni posibilidades de éxito para hacerlo puede llevar a mucha gente al desfiladero, al abismo. La manera que encontré para tratar de darle sentido a los sueños fue contraponiéndoles un adjetivo económico. Primero pensé en titularlo “Los sueños módicos de Josefina Jarama”, pero luego me gustó más “asequibles” por ser precisamente el campo semántico al que nunca contraponemos los sueños, pero que es esencial, la economía.
¿Cuáles son tus condiciones económicas? ¿Es un sueño irrealizable? ¿Tienes dinero suficiente para cumplir tus sueños? Son preguntas que hace falta hacerse. Por eso me apetecía mucho darle esa contraposición que no se suele hacer. Y luego ya, por un fetiche personal, quería que fuese un título largo. En la literatura española últimamente predominan los títulos cortos, además el que le puse me sonaba a obras como “La vida perra de Juanita Narboni” y a alguno de los grandes títulos con personaje en el centro, porque esta es una novela de personaje, donde vamos a seguir a la protagonista por todas sus andanzas.
La diferencia de clases es un tema muy presente en la novela. ¿La capa social en la que se nace es determinante a la hora de escalar en la sociedad? Es decir, ¿la igualdad de oportunidades en la España que retrata realmente existe?
Igualdad de oportunidades, no, en absoluto. El dinero tiene apellidos. Esto es clave. Y en función de tu apellido tienes unas oportunidades u otras de conseguirlo. Dónde naces y quién es tu familia, esa es la clave de la aspiración. Josefina es un personaje cómico. La comedia muchas veces nace de una percepción distorsionada de la realidad por parte de alguno de los personajes. Josefina no ve esto que te estoy diciendo, no tiene ninguna conciencia de esa realidad. Cuando llega un jefe nuevo se obsesiona con la posibilidad de heredar la empresa. No conoce esos rudimentos que a lo largo de la vida uno va descubriendo. Se ha creído ese discurso y confía mucho en su poder de ascenso social. Luego, la realidad le irá revelando esos muros invisibles que no ve. Además, Josefina es hija de una madre comunista que sí tiene conciencia y lucha por esa igualdad de oportunidades. Josefina, aunque cree profundamente en el mundo del trabajo, de alguna manera se ve acomplejada frente a su madre y a esa gente que sí tiene conciencia política, pero no les envidia.
¿Por qué Josefina quiere parecerse a sus jefes, a pesar de que sean personajes mediocres y sin escrúpulos? ¿Por el mero hecho de ostentar el poder y ascender a una clase social a la que no pertenece?
Josefina para mí es un viaje hacia la comprensión de la gente que asume la cultura de empresa. Yo, en general, he intentado no hacerlo, pero sé que mucha gente sí, y tengo que entenderlo. También las empresas se esmeran mucho en que te sientas parte de ellas, que te asimiles y sientas orgullo por sus éxitos como si fueran los tuyos, cuando todos sabemos que cuando estos vienen los beneficios son para los jefes, es la base de la plusvalía, y cuando no los hay el despedido eres tú. Pero hay gente que tiene que vivir de ese fetiche y yo he intentado hablar, a través de Josefina, de la identidad profesional.
Las personas estamos necesitadas de identidad, de algo que nos explique frente al mundo. No todos tienen la suerte de que esa identidad sea algo propio que pueden desarrollar; a veces necesitamos que nos la dé otro colectivo. Hay gente a la que se la proporciona un colectivo político del que forma parte, pero a otras personas se la da su empresa. Y aunque no es mi opción prioritaria, la novela me sirve para hacer un viaje fuera de mí y comprender a esa gente como Josefina que se construye en base a esa identidad y su admiración por sus jefes se convierte en un valor enorme porque no han encontrado otra cosa que admirar que su propia cultura de empresa.
Además se da la circunstancia de que Josefina no se puede identificar con su madre, ya que persiguen objetivos diferentes en la vida. De hecho, ella tiene que decidir en un momento dado entre su madre y su ambición profesional y lo tiene claro.
Efectivamente, Josefina es un personaje que habla por los codos, como buena pícara. Nos cuenta su vida, a su manera por supuesto, con lo cual su madre, que milita en un partido comunista en la clandestinidad durante el tardofranquismo, asume que no puede contarle a Josefina cuál es su verdadera afiliación política, ni sus ideas porque sabe que al día siguiente lo contaría en el cole. Empezaría a hablar con términos de ideología marxista al aprender esas palabras en casa. Al ocultárselo, no le proporciona esa formación ni esos valores de izquierda y cuando un día Josefina lo descubre se ve abocada a elegir entre trabajo y familia, y ella tiene interiorizada esa cultura empresarial, según la cual su jefe estaba dando de comer a buena parte del Valle del Juguete y lo vería como una traición a su comunidad y a su pueblo. Esa es la trampa de “no muerdas la mano que te da de comer”. Por supuesto, en muchas ocasiones hay que morderla, pero Josefina no se atrevería.
Cuando se presenta el dilema de elegir entre los principios o sobrevivir, en ocasiones no hay demasiadas opciones.
Josefina no tiene una identidad profesional fuerte. Ella querría vivir toda la vida de la industria del juguete, pero eso se termina cuando la despiden. Otra reflexión que me hago desde mi generación hacia la suya es que muchos de nosotros, los privilegiados que hemos tenido la ocasión de ir a la universidad y de intentar construir una carrera en torno a esa identidad profesional que nos daban los estudios universitarios, tratábamos de que nuestro trabajo tuviera que ver con esa formación. Nuestra lucha laboral ha sido contra esa fuerza centrífuga que a muchos nos lleva -a los que hemos estudiado letras, desde luego- a las antípodas de nuestros estudios, pero ya teníamos un centro al que recurrir. Josefina no tiene formación universitaria, se camaleoniza con todos sus trabajos, que son los que le dan la identidad. De modo que ella representa la cultura de la supervivencia al cien por cien. Y hay que comprenderlo, siempre.
¿Esta novela ayuda a ponerse en el lugar del otro para tratar de entender las razones que le mueven a actuar?
Completamente. Las partes más patéticas de mí son mi material más fértil literariamente. Reconozco en mí mismo ese afán de ambición, que de una manera u otra todos tenemos: mejorar socialmente, tener un trabajo en el que nos sintamos reconocidos, que otorgue prestigio social, que sea reconocido por nuestros padres, por nuestra pareja, por nuestros amigos… Esa aspiración la tenemos muchos y es legítima, pero hay que contraponerla con otras cosas. He tenido la suerte de recibir una educación que me ha dicho que eso no era el valor principal de la vida, sino que había que conjugarlo con la solidaridad hacia tus compañeros y otros muchos valores. Josefina no ha tenido esa suerte, por eso la base de la novela siempre es trabajar con la parte más patética de mí y que ese sea el material literario, reconociendo que está en nosotros y constituye la única manera de comprender a los demás.
Uno de los escenarios donde se desarrolla la historia es la famosa ruta del bakalao. Tú eras muy joven cuando este fenómeno de ocio nocturno irrumpió en nuestro país, entre los años 80 y la primera mitad de los 90, marcando toda una época. ¿Qué aspectos has querido destacar en la novela de la también conocida como “ruta destroy”?
Por un lado, esta novela supuso un trabajo de recuperación de mi memoria. Yo nací en 1985, con lo cual no lo viví en primer plano, sino a través de la tele y de la parte más sensacionalista, en la que sólo se destacaban los siniestros, las vidas perdidas de la juventud… Eso, por supuesto, estaba ahí, pero cuando al documentarme para esta novela empecé a ir rascando descubrí que se trató de un momento único, en el que Valencia fue pionera en la industria y la experimentación musical en España e incluso en Europa. Comencé a investigar e hice un pequeño viaje para ver todos esos fósiles de las discotecas, algunas de las cuales se han convertido en otros negocios y otras no. Por otro lado, en clave cómica, me permitía depositar a una pícara adicta al trabajo, calvinista, en un entorno de hedonismo puro y desenfrenado, donde podía desenvolverse a sus anchas. Y de hecho así lo hace, copiando sellos de discotecas. Desarrolla una pequeñísima industria de trapicheo porque ese ecosistema de alguna manera permitía sobrevivir mejor que en otros lugares de España en ese momento.
Además, como te decía, en esa época se dan la mano el cierre de ciertas industrias y la emergencia de un nuevo tipo de ocio, que es por lo que va a ser conocida esa zona del Levante. Mi familia es de Alicante y yo he vivido mucho tiempo allí, de modo que para mí suponía una forma de exploración de las membranas internas de esa sociedad, que luego va ser reconocida por el sector servicios, la industria del turismo y el ocio nocturno. Eso nace de una efervescencia cultural y creo que es importante deslocalizar el discurso cultural. Se habla mucho de la movida madrileña, de los 80 en Barcelona y no tanto quizás de los 80 en Valencia, cuando fue una eclosión, más allá de la parte negativa que todos conocemos, de diseñadores, DJ… impresionante en muchos aspectos.
De hecho, la ruta del bakalao es considerada heredera directa de la “movida valenciana” y el mayor movimiento clubbing de España…
Totalmente, además se daba la mano con las fiestas tradicionales y la cultura folclórica de la región de Valencia. Algunos de esos locales eran espacios de asociaciones falleras, que se reconvirtieron con el tiempo. De modo que fue un fenómeno nuevo que se vinculó a otras ramas tradicionales de la sociedad. Por todo ello, hay que entenderlo en toda su profundidad, y no simplificarlo a la luz de sus peores consecuencias.
Por último, me gustaría preguntarte por un rasgo de la protagonista, que según la novela es más intuitiva que inteligente, pero su ingenio la ayuda a salir siempre adelante. ¿El ingenio no es en cierto modo una muestra de inteligencia?
Hay un jefe que le dice a Josefina: “El que establece las reglas del juego y el intuitivo somos los que aprendemos a desenvolvernos dentro de ellas”. Josefina piensa que ella nunca sería capaz de cambiar esas normas. Lo que sabe muy bien es habitar entre líneas, desenvolverse donde nadie la ve y es una habilidad que yo quería poner en valor, porque siempre pensamos en el inteligente como aquel que crea de la nada, que elabora los sistemas, ya sean las ideas culturales o políticas, y que obliga a los demás a jugar según sus reglas del juego. Creo que otra forma de inteligencia es la de quien dentro de esas reglas se desenvuelve bien.
Otro ejemplo: un jefe de Josefina crea una muñeca a semejanza de la Nancy, no diseña una nueva, sino una similar con la cara de Josefina para que la gente cuando vaya a comprarla se confunda y adquiera la suya. Eso pasa mucho. Siempre que surge un fenómeno comercial, como la novela erótica “Cincuenta sombras de Grey” hay 20.000 que la copian y que además funcionan comercialmente. Quería romper una lanza por toda esa gente que no tiene ideas y es capaz de vivir de las ideas de los demás. No hablo del plagio, sino simplemente del derecho a no ser innovadores. Josefina no lo sería jamás. De hecho, una enorme parte del mercado no es innovadora. Uno tiene una idea y luego aparece una multitud a rueda. En este sentido, quería hacer un homenaje a la cultura del pelotón, a los que no van siempre a la cabeza y viven sin innovar.
«Recuperé las enseñanzas de Pep: la verdad no es algo que necesiten escuchar, sino que les vale con que cumpla mis mentiras, como esa falda que algunas operarias de la fábrica se compraban una talla por debajo de la suya y que no era una falda, sino un compromiso para adelgazar.» (pág. 136)
«Una sátira divertida y feroz de la cultura del esfuerzo y la meritocracia». José Ovejero
«Josefina Jarama (¿o será de Tormes?) no es rebelde porque el mundo la hizo así. Es tierna y trepa. Una arribista más ingenua de lo que parece. Su cara sirve de inspiración para fabricar una Nancy de segunda. Su servicio a distintos amos –es decir, jefes en el mundo de la nueva precariedad– define la deriva económica y moral de la Transición española. La novela de Guedán no puede ser más descacharrante ni más lúcida. Cuánto dolor y cuánto gozo, cuánto humor y cuánta empatía, en una novela rebosante de personajes y ambientes perfilados con profundidad multicolor y mala baba. No miren para otro lado. Esto no se lo pueden perder». Marta Sanz