‘El Público’ fue escrito hace casi un siglo, hacia 1930. Lorca apenas tiene 32 años. Tras su estancia en Nueva York hizo una primera lectura de la obra en La Habana, y tiempo después, en Buenos Aires, declaró que no pretendía estrenarla, pues pensaba “que no hay compañía que se anime a llevarla a escena ni público que la tolere sin indignarse”, calificándola como “un poema para silbarlo”. Eran otros tiempos y otro público, otro modo de entender las artes escénicas; aquel fue un momento muy distinto al actual, en el que parte del público asistente al teatro se podría haber sentido ofendido al ver las propuestas textuales de Lorca sobre el amor o la sexualidad. Aunque el texto, como sabemos, se ocupa también de otras áreas o temas como es la transformación misma del teatro. Desde entonces varias veces se ha puesto en escena. Y no ha pasado nada que no fuera previsible. Esta, según reza en el programa de mano “és la nova producció de dansa de l´Institut Valencià de Cultura”, dirigido por Gustavo Ramírez. Se ha presentado dentro de la programación actual de Abril en Danza.
El trabajo exhibido el jueves 21 del presente mes en el Teatro Principal de Alicante aporta como novedad dos características principalmente: la primera, que apenas utiliza el texto físico original, y en segundo lugar, que decanta la totalidad de la puesta en escena hacia la danza en la que la sexualidad y el erotismo dan contenido a todo un catálogo corpóreo de encuentros-desencuentros en evolución rítmico espacial; catálogo en el que abunda lo que llamaríamos coreografías de roce, aquellas en la que dos o más cuerpos, al compartir los espacios de la acción, son impelidas a buscarse eróticamente piel a piel, casi constantemente.
‘El Público’ de Federico García Lorca es un mundo complejo y en cierta manera, quizás, una pieza extravagante. Una obra difícil de catalogar y complicada de llevar a escena. Forma parte de sus comedias imposibles, que se decía antaño, y lo cierto es que, aun así, también se están poniendo en escena. Con éxito, holgura y cabriola (baste recordar la propuesta escénica que se presentó en el Centro Dramático Nacional a mediados de noviembre 2021, ‘Comedia sin título’, dirigida por Marta Pazos, una excelente puesta en escena, también arriesgada). Ahora, en estos días, el riesgo lo asume nuestro director y coreógrafo Ramírez Sasano, paisano nacido en la Vega Baja. Como vemos, una vez más, no hay distancias para el teatro.
‘El Público’, en su momento, fue un texto innovador que buscó un modo distinto, un distinto entendimiento de la relación entre la palabra y la imagen, así como la relación entre lo real y lo imaginario. ¿Cabe que sea representado como tal en la actualidad?
Esencialmente el trabajo que vimos en el Teatro Principal se merece un fuerte aplauso, como así ocurrió. Se valora el esfuerzo de cada uno de los intérpretes danzantes y del equipo creador y coreográfico. Se valora la escenografía, el vestuario, la caracterización –colores- que tiñen la propuesta de un cierto ambiente o dibujo “lorquiano”, caretas, máscaras, rostros…; la iluminación, la banda sonora, la composición musical… y coreografías en solos o grupales abundantes… ¡Nada se puede decir más que bueno, más que bien, más que bravo!
Pero, cuando en el programa de mano encuentro los términos que hacen referencia al autor y al título, me quedo en pause. Pues lo que vimos se decanta fuertemente hacia la expresividad dancística expresamente, eludiendo mucho del lenguaje textual -apenas cinco frases- tan rico en concepto, en ritmo, en imagen, en dinámica escénica. La obra adolece de estar decantada intencionadamente hacia la danza. Es lo que vimos, y es la propuesta que Ramírez ha querido poner en el escenario. Pero no es una obra de danza en origen, exclusivamente. Es una obra de teatro. O de danza teatro, que podríamos decir.
‘El Público’ es una obra en la que no existe el tiempo. Ni en el original lorquiano ni en la propuesta de Ramírez: de este modo los personajes se mueven en una sucesión pasajera que tiene como referencia sustancial-temporal la duración de una representación. Las acciones son difusas, quiero decir, que no conducen a resultados inmediatos o que los personajes no persiguen objetivos claros, importantes o trascendentes; tan solo son lo que son, sin pasado, sin futuro, tan solo presente. Por tanto, no evolucionan. Es teatro de sensaciones, no de acciones, y cuando se reasenta en el escenario, que es acción, sellarlo con la marca de la danza únicamente puede engrandecer la propuesta, pero también puede restarle contraste. Un texto mutilado es un texto que necesariamente se tiene que adaptar para poder evolucionar. Un texto es nube. Su puesta en escena debe ser lluvia, o granizo, o relámpago y trueno; o cielo azul sin más, depende de tantos elementos…
Donde quedan, me pregunto imágenes, acciones, ritmos o figuras…
Y… ¿cómo se podría traducir en imagen física y acción la frase, Te daré lo más callado de lo oscuro?, o el dialogo entre Figura de Cascabeles y Figura de Pámpanos: ¿Si yo me coinvirtiera en nube? … Yo me convertiría en ojo. / ¿Si yo me convirtiera en manzana, o en pecho? Yo me convertiría en sábana blanca o en beso… O esta otra: Te gozas en interrumpir mi danza y danzando es la única manera que tengo de amarte. O esta, entre el Director y El hombre 2: …tú serías una gran montaña china cubierta de vivas arpas diminutas… Yo entonces sería un odre de vino antiguo que llena de sanguijuelas la garganta. (Luchan). Caballo negro, balbucea entre relinchos: Cuando se dice roca, yo entiendo aire. Cuando se dice aire, yo entiendo vacío. Cuando se dice vacío, yo entiendo paloma degollada.… Y otras de otros personajes: No hay más que máscara… Un volumen son mil superficies… Mi esqueleto tiene siete luces… siete sombras. La ley es un muro que se disuelve en la más pequeña gota de sangre. Etcétera. Con toda probabilidad mucho de todo esto está contenido en la producción del IVC, seguro.
En ‘El Público’ está todo -las máscaras, los trajes, el centurión, el emperador, Julieta, el caballo negro, el enfermero, estudiantes, damas, prestidigitador, figuras de cascabeles o de pámpanos…, formando una caterva de personajes, que, tanto en el original textual como en la propuesta escénica, resulta fascinante. Mucho de todo ello se mantiene en la propuesta de Ramírez. Otros elementos han desaparecido; o se han potenciado, como la escenografía –lorquiana, a veces con un punto daliniana-, o desde la banda sonora constante, luminosa u oscura, o desde las caretas y rostros, mejorables.
Reivindica Lorca desde su texto un teatro de arena, un teatro al aire libre. Dice el personaje Director hacia el final de la obra: Yo conocí a un hombre que barría su tejado y limpiaba claraboyas y barandas solamente por galantería con el cielo.
Ante todo, se debe valorar el arrojo y riesgo que supone ponerse enfrente de un texto de esta categoría y ponerlo en escena. Por varias razones y la primera es que el texto literario-dramático es una cosa y la propuesta escénica otra, pues cada una tiene su particular código expresivo determinante. Un mismo texto puesto en escena por dos creadores distintos puede tener resultados parecidos o disímiles totalmente. El hecho escénico es así de caótico o de ilustre; su virtud es que contiene un pecio que solo hay que tener la capacidad o sagacidad para sacar a flote o mostrar. Dos propuestas que parten de un mismo texto pueden estar tan cerca como uña y carne o tan alejadas como el día y la noche. Eso ocurre porque el texto literario contiene a raudales intenciones, sugerencias, acciones, propuestas, conflictos, evidentes u ocultos, objetivos certeros o equivocados, etc., lo cual le da una versatilidad exquisita que facilita su traslación hacia las tablas, sea en código teatro o en cualesquiera de las otras disciplinas que conforman las artes escénicas (como danza, performance, circo…).
Hace unos días –anecdótico- estuve en Víznar y vi una cuneta en la que podían estar los huesos -ya no habrá otra cosa- de nuestro poeta. Entre un Lorca –aquel- y otro –el de hace unas jornadas- no hay más que un puñado de años y de circunstancias determinantes: en aquellos tiempos el poeta defendía su trabajo escrito; hasta ayer permanecía mudo en tierra de nadie. Esto es lo que prevalece a la hora de una puesta en escena: no somos depositarios de nada, tan sólo, a lo más, mensajeros. La conexión entre creadores es atemporal: uno se puede identificar tanto con Esquilo, cinco siglos antes de Cristo, como con el último Premio Nacional de Teatro reconocido. Lorca está ahí. Siempre. Y es, como hemos dicho, un riesgo (o un acierto) acercarse y asumirlo. Lorca y su obra, siempre en danza, como dice el refrán; bajo un mismo cielo, sea en una cuneta, sea en un escenario…
Invito a ver la obra, e igualmente invito a leer el texto. Ambas posiciones abren una panorámica vital sobre nuestro autor granadino, y sobre su creatividad; ‘El Público’ contiene un lenguaje tallado desde los resquicios de la imaginería de la palabra y desde la certeza rítmica que la envuelve. También por eso el camino hacia la danza le es grato y seductor.
¡Como en el teatro!
¡Salud (y Teatro y Danza) en primavera!
Paco Alberola