Desde el día 26 de octubre al 1 de noviembre tiene lugar el Festival Medieval de Elche, que este año aporta una quincena de espectáculos de teatro, danza, música, animación en calle y circo; estos últimos en áreas abiertas de la ciudad, en tanto que los espectáculos de sala tendrán lugar en el Gran Teatro, la Llotja, la Tramoia, la iglesia de San José y C.C. Las Clarisas.
Katherine Macbeth, abre el festival. Es una recreación desde el código de la danza que explora alrededor del personaje shakespeariano de Lady Macbeth, que es, como ustedes saben, un personaje de ficción. Como lo son Julieta, Rosalinda, Desdémona, o la Celestina, doña Inés o Bernarda Alba. Todas ellas han sido personajes creados, que tienen su cuna en lo teatral. Y lo teatral gestiona el mundo en el que viven de modo diferente, según conveniencia, procurando sacar de ello el mayor y mejor beneficio posible. Y para eso la autoría traza una estrategia plena de aliados que le allanen el camino.
Son personajes grabados a fuego, con un conflicto muy definido. Son a la vez fecundos, pues permiten adentrarnos por senderos del alma soterrados o al menos no visibles a primera vista. Se muestran a la vez elocuentes en su esencia, facilitando o colaborando para que, tomados como referencia, se deconstruyan para volverse a construir. Son caldo de cultivo empleado con frecuencia en las artes escénicas contemporáneas (sin ir más lejos, en festivales de este verano hemos visto recreaciones sobre Safo, Antígona, Tartufo, don Juan, Hamlet, Semíramis, Catalina de Erauso, etc.). El ideario por el que se mueven ciertos personajes ancestrales permiten, ciertamente, ramificaciones de su personalidad. Katherine Macbeth, el trabajo de Carmela García, de Cave Canem, se aventura y extasía por los caminos de la estéril y yerma vida de Lady Macbeth, la que danza.
En el monologo unipersonal –monologo gestual-, ella es ¿víctima o héroe? La imagen que se nos brinda nada más entrar en sala, ella en el suelo sobre una música profunda, lenta, suave, continua, nos mantiene expectantes. Trabajo minimalista, de dentro a fuera, que nace de su propio envoltorio y vestuario. La Lady mira alrededor. Crisálida, se desprende de su caparazón que la enclaustra. Evoluciona a tierra. Contorsiones.
¿Qué persigue su mirada y la dirección de su mano? Trata de despegar, pero solo se arrastra. El espacio es vacío. Sólo una frazada en una esquina, enfrente de la crisálida o nido abandonado, a la que no pierde de vista. Sube a la vertical. Gime, sufre. Todo esto no es más que un minuto en la vida de Lady Macbeth. Nos mira, sonríe. Cambia el ritmo. Juega la cobija, se cubre, se disfraza, se caracteriza, se adorna. ¿No puede mudarse-transformarse? Oculta el rostro. Requiere una mano amiga sobre su cara. Acuna la tela, se ejemplifica. Pelea y la esconde bajo una silla, como un hijo no parido, o malparido. Se cohíbe, tropieza. Un artilugio, especie de cueva, provoca un estar dentro/fuera, ¿es un sudario? ¿Es una nueva crisálida? ¿Un gusano reptante? ¿Es faldón que teme? ¿Se dispone a un sacrificio?
A lo lejos está Macbeth.
Lady Macbeth, de oruga a reina, no lo ve. No puede verlo.
-¡Mantente cuerda!
– ¿Te has atado?
– ¿Había otra opción? (Atarse un corpiño al cuerpo, ¿para qué?).
– ¿No tienes miedo? ¡Algo va a cambiar! ¡Asesina, loca, suicida –dice-, manipuladora, quiero otro final para mí!
-¿Te atreves?
-Dar voz a mi nombre Katherine… ¿Por qué no puedo ser dueña de mi destino? -dice-.
Evoluciona hacia la luz. Su sombra se aplana –o se aplasta- sobre el escenario vacío. Nos priva de su presencia. Se oye un murmullo, un susurro final… Su sombra proyectada es un crucifijo: es la misma sombra de la misma daga asesina macbethiana, que Lady oculta.
Allí, quizás, el personaje shakespeariano dijera frases como:
(…) Venid a mí, espíritus que servís a propósitos de muerte… espesadme la sangre, tapad toda entrada y acceso a la piedad… Acudid a mis pechos de mujer y cambiad mi leche en hiel… Horrenda noche, baja y envuélvete en el humo más oscuro del infierno para que mi puñal no vea la herida que va a abrir, ni el cielo asome gritando: “¡Basta, basta! …”
Lady Macbeth, Katherine de nombre, se desvanece… La daga que porta escondida también le valdría para liberarse de las ataduras que la ciñen.
¡Salud y Teatro!
Paco Alberola