‘The Brutalist’ es ya un acontecimiento cinematográfico, aunque sólo sea por el hecho de haberse podido completar un film como éste en 2024. Primero de todo, por su larguísima duración de 215 minutos, minutaje que incluye, eso sí, los 15 minutos de descanso. No se veía un film con intermedio oficial desde La lista de Schindler y, en menor medida, el King Kong de Peter Jackson que sólo lo tuvo en los cines que lo consideraron oportuno. Por cierto, la elegancia y pertinencia del frame que anuncia el intermedio, con un reloj de cuenta atrás incluido, es paradigmático del gusto con el que se han afrontado todas las facetas de este imprescindible film.
Pero es que, si esa duración no fuera suficientemente suicida, el tono del film es más europeo que hollywoodiense, aspecto en el que ahondaremos más tarde. Baste con decir que, a pesar de estar filmada en un formato espectacular que no se usaba desde hace más de 60 años (El VistaVision de, por ejemplo, Vértigo), la película no busca demasiado dicha espectacularidad visual. Esta decisión al que suscribe le parece tan coherente con las temáticas tratadas como frustrante para un amante de la grandiosidad en pantalla grande.
Así, The Brutalist consigue un look cercano a la superproducción cara, pero con un presupuesto bastante reducido. Pero, al mismo tiempo, no estamos ante el cine más grande que la vida de, por ejemplo, David Lean. The Brutalist, visualmente, es un híbrido entre films europeos austeros como La quimera y la espectacularidad del director de Doctor Zhivago.
Además, The Brutalist presenta un ritmo extraño: en algunas ocasiones, su duración pesa sobre nuestros hombros. Sin embargo, cuando finaliza, te gustaría que la peli siguiera un rato más. Por tanto, no estamos ante un film que vaya de menos a más o viceversa, si no que alterna capítulos sublimes (todo el viaje a Italia y esa cantera telúrica, la llegada del prota a Estados Unidos, la reforma de la biblioteca) con otros algo menos conseguidos.
Recuerda por momentos al cine más exigente de Paul Thomas Anderson (The master o Pozos de ambición), las epopeyas demoledoras de Cimino (El cazador, La puerta del cielo) o la alegórica y maravillosa Georgia-Four Friends de Arthur Penn.

Sin embargo, es mucho más europea en el buen sentido y por tanto más perspicaz y desencantada. Se podría decir en cierto modo que The Brutalist es la antítesis de otro film sobre un arquitecto en continua lucha contra gente tan pobre y vulgar que sólo tiene dinero, El manantial de King Vidor. Éste es un film grandioso, pero perjudicado por su desaforado dramatismo propio de la época: el héroe íntegro (Gary Cooper) que se enfrenta a todo y a todos y que no parece degradarse ni física ni psicológicamente por ello. Aquí, el personaje de Adrian Brody se descompone física y psicológicamente ante nuestros ojos por el peso de los abusos que sufre en la Europa nazi… y en los Estados Unidos posteriores a la Segunda Guerra Mundial.
Tampoco le sienta nada bien a El manantial comulgar con la oda al egoísta objetivismo de Ayn Radn, autora de la novela que adapta. El ser humano ya es suficientemente egoísta por su necesario instinto de supervivencia como para que los líderes intelectuales y políticos (añadan en este paréntesis a los que ustedes consideren) alienten y enarbolen dicho egoismo.
El film está recorrido en su totalidad por un genuino desencanto, pesimismo y fatalismo. Se caga en la falacia de la meritocracia y alegórica y literalmente nos muestra la violación constante de los poderosos sobre los débiles. También nos recuerda la inevitabilidad del ciclo eterno del género humano: desde la moderación -tras el temor a las guerras provocadas por los totalitarismos- hacia la vuelta a nuevos totalitarismos cuando las guerras pasadas y sus consecuencias se olvidan. Por ello, lo único que puede hacer el prota y nosotros es generar todo tipo de belleza para dejar constancia de que, incluso, bajo el gobierno de la maldad absoluta, es posible crear dicha belleza.
Se ha criticado al film por mejorar con IA los acentos húngaros de los actores y crear algunos edificios con ella. Me parece risible que se critique el uso de tecnología cuando el cine siempre la es y, sobre todo, que lo hagan los mismos que flipan con los efectos generados por ordenador y todas las herramientas de postproducción al alcance de los creadores audiovisuales.
Y estén atentos al epílogo porque es tan sutil que nuestra capacidad de atención puede estar diezmada por 200 minutos de narración previa. Pocas veces se ha reflexionado tan bien sobre:
- A lo poco que se reduce toda una vida de luchar contra la pared que nos ponen delante.
- Cómo otros tergiversan el legado de una persona prominente, retorciéndolo para adaptarlo con todo tipo de falacias al ideario político-filosófico-religioso que les conviene a esos otros… muchas veces, sus familiares y seres queridos.
2024: Premios Oscar: 10 nominaciones, incluyendo Mejor película.
2024: Premios Globos de Oro: Mejor película, dirección y actor (Brody).
2024: Premios BAFTA: 9 nominaciones, incluyendo Mejor película.
2024: Festival de Venecia: Mejor dirección y Premio FIPRESCI.
2024: Premios Independent Spirit Awards: Nominada a Mejor dirección.
Título original: ‘The Brutalist’. Estados Unidos, 2024.- 215 minutos.- Dirección: Brady Corbet.- Intérpretes: Adrien Brody, Felicity Jones, Guy Pearce, Joe Alwyn, Raffey Cassidy.- DRAMA.
Huyendo de la Europa de la posguerra, el visionario arquitecto László Toth llega a Estados Unidos para reconstruir su vida, su obra y su matrimonio con su esposa Erzsébet tras verse obligados a separarse durante la guerra a causa de los cambios de fronteras y regímenes. Solo y en un nuevo país totalmente desconocido para él, László se establece en Pensilvania, donde el adinerado y prominente empresario industrial Harrison Lee Van Buren reconoce su talento para la arquitectura. Pero amasar poder y forjarse un legado tiene su precio… (Fuente: FILMAFFINITY)