Fue sorprendente descubrir que el director de la notable cinta Martha Marcy May Marlene y de las recomendables series The Nest y Southcliffe se había embarcado en un film sobre ¡lucha libre!
Una vez disfrutada, queda claro que en El Clan de hierro, Sean Durkin sigue hablando de los mismos temas que siempre le han obsesionado: las comunidades muy cerradas (ya sean pequeños pueblos, familias aparentemente muy unidas o sectas… muchas veces las dos primeras son lo mismo que las terceras), donde un líder (cacique, padre, gurú -muchas veces, de nuevo, sinónimos) controla con mano de hierro a un grupo. Así la garra de hierro del título original hace referencia tanto a la llave patentada por el patriarca de este clan de luchadores como a la forma en la que somete física y, sobre todo, psicológicamente a sus hijos. Ya, desde principio, vemos cómo se las gasta el tipo al no tener reparos en comunicar el orden de preferencia que siente por cada uno de ellos y que, además, ese favoritismo puede cambiar en cualquier momento, dependiendo de sus méritos.
Un día, hace mucho tiempo, un amigo y yo estábamos compitiendo por ver quién había tenido peor suerte con los padres que nos habían tocado en suerte. Era una competencia muy reñida, pero mi colega me derrotó al decirme: “Al menos, el tuyo no tiene un negocio familiar. Yo me lo tengo que comer también en esa faceta de mi vida”. Lo que podría ser una bendición, se convertía en maldición por tener a un cabestro como progenitor. Pues lo mismo les ocurre a los hermanos Von Erich: Están condenados a ser luchadores de wrestling, les guste o no. Y, para más inri, el padre pretende que obtengan los éxitos que él no pudo alcanzar. Todo un clásico, un tópico que, no por ello, pierde un ápice de verdad suprema.
Como ocurría en la reciente Secretos de un escándalo, las formas narrativas que adopta el film son, en sí mismas, una ironía respecto al objeto de estudio. En aquélla se quería constatar que los true crime siempre son amarillistas y oportunistas (y cuanto mayor aparente qualité, más hipócritas). Aquí, por su parte, se toman prestadas las formas del vetusto y televisivo culebrón familiar, repleto de desgracias, para asumir el punto de vista ante la vida y los productos audiovisuales de gente (uza) como Fritz Von Erich. Éste, en su fanatismo religioso o su desvergüenza, achaca al designio divino, la suerte o la maldición casi demoníaca (“estamos malditos” se repiten unos a otros durante toda la proyección) todas las tragedias que se suceden en la familia… cuando no hay otro responsable que él y su búsqueda obsesiva, enfermiza (que debería ser tipificada como delito/psicopatía), pues pone en peligro la vida de otros) del éxito y el reconocimiento. Por ello, la obcecación en seguir subiéndose al ring cuando todas las señales alrededor te están diciendo que no lo hagas, resulta tan conmovedora como terrorífica, especialmente en un tercio final pesadillesco.
Así, se consigue un comentario brutalmente crítico mucho mayor, porque el público avispado sabe que está viendo -en una capa superficial- el culebrón que filmaría y consumiría con deleite esa familia. Familia que compra, sin cuestionarse, toda la palabrería de una meritocracia falaz que ignora voluntariamente que, cuando nacemos, ya estamos a años luz de distancia de otras personas más privilegiadas en la carrera de la vida. No es, por tanto, una casualidad que se nos hable de un aspecto que sobre la juventud de los padres que podría parecer baladí: Ambos tenían habilidades artísticas -musicales él, pictóricas, ella-, pero decidieron (o se vieron obligados) a dejarlas por actividades más lucrativas, cosa que pueden evitarse los jóvenes que tienen la vida resuelta (y sus hijos y nietos, también).
La crítica a la manipulación de la América profunda de un trumpismo que los ha hipnotizado haciéndoles creer que su enemigo son las élites culturales e intelectuales (¡que sí, que llevan décadas despreciándoles en su producción cultural! Lo sé) y no las empresariales y económicas es brutal.
A nivel industrial el film es potente y convincente en todos sus aspectos (producción, puesta en escena, ambientación, interpretación, veracidad de las escenas de lucha libre) y podríamos hablar de un trabajo de Paul Thomas Anderson con formas narrativas algo más convencionales. Sin embargo, seguramente sea un fracaso comercial en España por varias razones. Los personajes y el deporte son infinitamente menos populares aquí que en Estados Unidos. Además, tiene un target complicado, ya que se queda a mitad de camino. Para los que busquen un film de peleas puro y duro les parecerá muy lúgubre y denso. Los que buscan esto en una peli, difícilmente lo identificarán como tal en el argumento y en la publicidad.
Una pena porque ahora que los deportes de contacto están en auge, no vienen nada mal films como éstos donde se muestra la trastienda tétrica de los mismos, su blanqueamiento en los medios de comunicación y cómo realmente vuelven a ser una cosa de jóvenes pobres jugándose la vida para deleite de las masas y los poderosos, vendida como falaz ejemplo de superación.
Esta película se estrenó en salas 15 de marzo de 2024.
Asociación de Críticos Norteamericanos (NBR): Mejor reparto. 2 nominaciones
Asociación de Críticos de Boston (BSFC): Nominada a Mejor reparto.
Título original: The iron claw. Estados Unidos, 2023.- 130 minutos.- Dirección: Sean Durkin.- Intérpretes: Zac Efron, Holt McCallany, Jeremy Allen White, Harris Dickinson, Stanley Simons, Maura Tierney, Lily James.- DRAMA.
Inspirada en la vida de los inseparables hermanos Von Erich, que hicieron historia en el competitivo mundo de la lucha libre profesional a principios de la década de los 80. A través de la tragedia y el triunfo, bajo la sombra de su dominante padre y entrenador, los hermanos buscan la inmortalidad en el escenario más importante de su deporte. (Fuente: FILMAFFINITY)