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izantina, mudéjar o rococó, tanto arte y belleza no pueden dejar indiferentes. No sólo porque son ejemplares únicos realizados por artesanos que podían invertir años en terminar un solo libro, o porque utilizaban materiales muy valiosos, también nos fascinan porque gracias a ellos conservamos nuestra memoria del pasado. Nos han transmitido historia, ciencia, arte, belleza. Casi todo lo que somos, sentimos, creemos, soñamos, pensamos y mucho más, ha pasado alguna vez por las páginas de un libro.
La encuadernación surge por la necesidad de conservar textos o grabados. En el mundo clásico los griegos y romanos empleaban una caja denominada capsa o scrinium para conservar sus rollos. Posteriormente utilizan unos cuadernos compuestos por varias hojas de papiro o pergamino que se insertaban entre dos tablas de madera o de hojas de papiro encoladas.
En el siglo IV aparece el libro en forma de códice, el cual estaba protegido por unas tablillas de madera que se forraban con tiras de cuero de distintos colores y estaban sujetas por una correa. Las encuadernaciones coptas, localizadas en Egipto, suponen una evolución artística, ya que colocan sobre las tapas de madera placas de metales nobles y piedras preciosas, y adornos con motivos religiosos o florales.
Las encuadernaciones han evolucionado y se han impregnado del estilo artístico de cada época
Las ostentosas decoraciones bizantinas se ponen de moda en el mundo cristiano y ejercen una gran influencia en las encuadernaciones musulmanas, quienes difunden las cubiertas de piel decoradas bellamente con diseños geométricos de cintas entrecruzadas, rosetones y motivos vegetales.
Se debe a los monjes benedictinos, en la Edad Media, las primeras bibliotecas monásticas. Ellos recurrieron a guarnicioneros, orfebres y grabadores para realizar sus trabajos, convirtiéndolos en auténticas joyas. En las tapas se combinaban metales preciosos, gemas, incrustaciones de hueso o marfil, se empleaban clavos, rosetones, cantoneras y cerraduras estilizadas. Los libros se convierten en símbolos de poder. Aparecen en las pinturas y esculturas de la época, como un elemento más del status social.
Las encuadernaciones han evolucionado y se han impregnado del estilo artístico de cada época, igual que lo ha hecho la pintura, la arquitectura o la música. La aparición de la imprenta supuso un aumento importante de la edición de volúmenes de todo tipo y durante un período de tiempo se producían tanto ejemplares lujosos como encuadernaciones muy sencillas con tapas de cartón. El siglo XX ha contado con grandes encuadernadores, entre ellos españoles como Emilio Brugalla, Antolín Palomino Olalla o José Galván Rodríguez, y muchos más. Artistas cuyas obras impactan por su originalidad, elaboración, diseño y materiales.
La aparición de los libros electrónicos plantea muchas incógnitas. Los ávidos lectores que disfrutan con el peso y el olor del papel temen que las editoriales sólo apuesten por el formato digital, y les dejen sin la presencia real y física que durante tantos siglos ha formado parte de la existencia de la humanidad. Lo único seguro es que, mientras exista un encuadernador, los libros no van a desaparecer.