Rafa Luján.

Entre el noir y el pop, la identidad y la huida, Rafa Luján ha tejido una novela tan magnética como inquietante. Ana que fue pop (AdN, 2025) no es una historia al uso en el género negro, da un paso más, ofreciendo al lector intriga y misterio en primera persona con sustanciosos elementos para la reflexión.

La trama arranca con una fotografía ganadora de un importante premio internacional y un asesinato que lo cambia todo. Poco a poco la historia se adentra en dos tiempos que se miran de reojo: los años 80 de videoclubes, videoclips, drogas y relaciones tóxicas, y un presente que busca respuestas en lugares en cierto modo irreales, entre las costas de Murcia y los paisajes áridos de Almería. Todo, rodeado de canciones emblemáticas de una y otra década que ponen banda sonora a los acontecimientos.

El autor murciano, también guionista, presentará la novela con la que debuta en el mundo literario este jueves 19 de junio a las 19:00 h. en la librería Pynchon&Co de Alicante, acompañado de Antonio Orts. Antes, conversamos con él sobre el azar, el sentimiento de culpa, la cultura pop y el poder de una imagen para abrir heridas de un pasado que no acaba de cicatrizar.

Ésta es tu primera novela. ¿Qué peso ha tenido tu experiencia como guionista para dar el salto a la narrativa?

Como guionista los mecanismos narrativos los conozco pero, claro, es completamente distinto construir una historia solamente en base a estos recursos, usando un lenguaje literario.

No obstante, la novela es bastante cinematográfica, con sus viajes en el tiempo y sus descripciones tan precisas del entorno y los personajes.

Por un lado, hay un recurso que creo que favorece mucho la inmersión en la historia, que es la narración en primera persona. El hecho de que estés dentro de la cabeza del personaje en presente hace que lo veas casi como si fuera una película. 

Por otro lado, me interesaba mucho la imagen y describir las cosas, muchas veces, de una manera fría. Buscaba que la narración fuera como una cámara fotográfica. Y, de hecho, hay momentos que me gustan mucho, en los que simplemente se suceden descripciones. Por ejemplo, cuando sale un videoclip se describe lo que se ve en la pantalla y nada más. En los capítulos centrados en el personaje de Tino es como si hubiera una cámara fotográfica que está registrando lo que hace, sin que sepas lo que siente. Yo diría que el lector de esta novela es, en cierto modo, espectador, porque se le cuentan y se le describen los hechos de una forma muy visual.

Rafa Luján debuta en la novela con ‘Ana que fue pop’, un noir teñido de sol, música y videoclub ochentero en DESTACADOS LETRAS Ana que fue pop entrelaza dos tiempos, una mujer con dos identidades, dos heridas. ¿Qué retos te encontraste al trenzar estas dos líneas narrativas sin que una engullera a la otra?

Para mí, el hecho de que hubiera dos tiempos narrativos era una necesidad orgánica de la historia tal y cómo la quería contar. Desde el primer momento, tenía clarísimo que quería contar la historia de una persona que en los años 80 salió en un videoclip y que luego cayó en el olvido. Con lo cual, necesitaba primero contar lo sucedido en los 80 y después contar lo que ocurrió luego, cuando años después nadie la reconoce. En ese sentido, sabía que quería contar dos historias. Luego, por supuesto, entran todos los mecanismos de novela negra. Pero una vez que decidí utilizar dos tiempos narrativos, el verdadero reto y con lo que me lo he pasado bien ha sido gestionando la información.

Quería darle al lector pequeñas pistas de lo que había ocurrido en el pasado, pero sin contarle cómo había sucedido. Eso es un mecanismo que genera mucho suspense, porque sabes lo que va a pasar, pero no cómo, ni cuándo. En ese sentido, Crónica de una muerte anunciada, la novela de Gabriel García Márquez, es así, como el propio título indica.

En mi novela, los dos tiempos, más allá de que están relacionados, porque en última instancia lo que el protagonista hace es un viaje al pasado, no quería que fuera un recurso gratuito. Pretendía que el lector también tuviera una posición privilegiada y supiera más cosas que los personajes.

Efectivamente, a lo largo de la historia das pistas a los lectores sobre quién puede estar detrás de los crímenes, pero no es tan obvio como podría parecer.

Sí, engaño un poco (risas). Para mí era muy importante respetar la inteligencia del lector. Ser consciente, todo el tiempo, de lo que éste va a pensar y deducir. Le voy dando pequeños caramelitos para que ate cabos, pero al mismo tiempo lo tengo que gestionar para que al final haya un elemento sorpresa.  

El azar y todas las vidas posibles que podríamos vivir, en última instancia, dependen de pequeñas decisiones que, en ocasiones, ni siquiera son nuestras.

Uno de los asuntos que aborda la novela y que da pie a la reflexión es el hecho de que algo casual y banal, como la toma de una fotografía, pueda desencadenar una serie de acontecimientos decisivos en la vida de las personas.

Totalmente. Ésa es una idea vertebral de la novela. De hecho, hay una especie de leitmotiv, que aparece una y otra vez, y es la idea del azar y de todas las vidas posibles que podríamos vivir y que, en última instancia, dependen de pequeñas decisiones que, en ocasiones, ni siquiera son nuestras. Me parece que eso era muy fácil asociarlo con la fotografía, porque ésta captura un instante y genera la sensación de que ese instante no podía haber sido de otra manera, cuando la realidad es que podría haber sido de mil maneras distintas. 

Yo, que soy fotógrafo, sé que si haces una foto y al segundo haces otra, la persona puede salir pestañeando, riéndose, más seria, moviéndose, aparece alguien en el encuadre… y de repente es totalmente distinta. Me interesaba y me parecía muy coherente esa idea. 

Recurro mucho a la imagen de “las babas del diablo”, que son los hilos de araña que van flotando en el aire, que te acarician y pueden cambiar tu destino. Esa idea, en realidad, está tomada de un cuento de Cortázar, que me parece buenísima. Hasta qué punto el azar nos controla y pequeñas decisiones que pensamos que son intrascendentes van a cambiar nuestra vida.

Luego, además, hay una segunda capa, que tiene que ver con el poder de la imagen. Hoy en día, la imagen forma parte de nuestra vida, y convivimos con ella de una manera en la que la hemos banalizado, perdiendo su poder. Sin embargo, la imagen sigue siendo una herramienta potente. Me apetecía reflexionar sobre ello y, como decía antes, la novela está llena de imágenes. Hay muchísimas descripciones de fotografías, de videoclips, de películas, de canciones… porque es algo que me gusta y consideraba que había que darle importancia. También quería generar una reflexión. Hasta qué punto se puede utilizar la imagen de alguien, apropiarte de ella y usarla en tu propio provecho. Todas esas reflexiones me parecen pertinentes. Me apetecía hacer una novela que no sólo entretuviese, sino que también plantease algunos dilemas que estimulasen a los lectores y resultasen contemporáneos. Que no sólo fuera una historia de asesinatos.

Me parecía sugerente que un profesional que se dedica a mentir acabe siendo el que tiene que encontrar la verdad.

El control de una imagen, una vez que te hacen una fotografía, se te escapa. En la novela, el sentimiento de culpa del protagonista, Uri, ¿es lo que le lleva a investigar el pasado de la persona a la que retrata y cuya fotografía difunde sin pedirle permiso?

Absolutamente. El motor de las acciones de Uri es la culpa. Él intuye que la muerte de esa mujer misteriosa, a la que ha conocido casualmente, ha sido provocada por su foto. Yo quería ser realista con las emociones de los personajes. En un género como el de la novela negra, donde es habitual que muera gente, quería hacerlo por ser respetuoso con quien leyese la historia. Considero que la muerte resulta muy impactante. De repente, que alguien muera a tu alrededor, sobre todo de una manera súbita e inesperada, es turbador. Y si, encima, sientes que esa muerte está relacionada con algo que has hecho, imagínate el sentimiento de culpa. 

Hay un aspecto de la novela que también me parecía interesante, que tiene que ver con la cualidad engañosa de la fotografía. Me parecía atractivo que, desde el primer momento, el protagonista fuera consciente de que en toda fotografía hay cierto artificio y mentira. Toda fotografía implica que escoges el momento, pero quizás las cosas no fueron como las captaste. De hecho, Uri es fotógrafo de bodas y el tipo de fotografías que hace es muy artificiosa. Es todo una puesta en escena y luego además hace retoques. Con lo cual, podríamos decir que es un mentiroso. Entonces, me parecía sugerente que un profesional que se dedica a mentir acabe siendo el que tiene que encontrar la verdad. Me apetecía jugar con esas ambigüedades hasta el punto de que acompañas a Uri y crees lo que él cree. A Uri la única persona que le dice que debería investigar es un loco al que se encuentra viviendo en una cueva sobre el mar. Todos los demás le dicen que está loco.

Desde luego, las decesiones que el protagonista toma no son precisamente sensatas. Uri arriesga su propia vida en varias ocasiones, siendo consciente de que se está metiendo en la boca del lobo, y aún así sigue adelante para tratar de redimirse y hacer justicia. 

Así es. Me encanta que me digas eso porque para mí era súper importante. En el capítulo de la novela en el que Uri asiste a una boda para investigar acaba perdiendo su trabajo, lo que más le gusta, peleándose y que todo el mundo le odie, solamente por el compromiso que él tiene con la búsqueda de esa verdad que considera que está ahí. El personaje de Uri es muy activo, está constantemente provocando y poniéndose a sí mismo a prueba. Y en el camino sacrifica cosas importantes.

La década de los 80 aparece retratada en los capítulos que recrean el pasado de la historia, con los videoclubes, los casettes, el Círculo de Lectores, los videoclips… Hay quien dice que los 80 no son una década, sino un estado de ánimo. ¿Qué representan para ti?

Yo, honestamente, no soy nostálgico. Para mí, era fundamental de la idea del “pop”, al que me refiero como un telón de fondo de cultura popular en la que nos movemos y donde hay una serie de estímulos o realidades que vemos en la tele, en las revistas, que están a nuestro alrededor y que conforman el universo en el que vivimos. Ese pop forma parte de la esencia de la novela. Y quería que estuviera tanto en el tiempo presente como en el tiempo pasado. Es cierto que en el tiempo presente, como sólo tenemos a un personaje y vemos el mundo únicamente desde su punto de vista, es más difícil dibujar este universo pop. Vemos Instagram, escuchamos canciones… pero hoy en día es más difícil identificar cuáles son los hitos del pop.

En los años 80 -al menos desde la perspectiva privilegada que tenemos ahora mismo, porque han pasado ya 40 años- sí podemos decir que los cantantes de aquella época fueron Madonna, Michael Jackson, Prince… Tenemos una visión más clara de cómo fue aquello y quizás porque no había redes sociales ni Internet era más fácil construir una especie de discurso único. A partir de ahí, lo que yo quería era ubicar todos los estímulos pop que había en la época. 

Por ejemplo, cuando se estrenó ‘Batman’ aquello generó un gran debate, porque era la primera gran película de superhéroes que se hacía después de ‘Superman’ y además se escogió como protagonista a un actor que no era el prototipo; no era fuerte, no era guapo… A ello hay que añadir que fue la primera vez que un gran estudio puso en marcha una maquinaria promocional impresionante que acabó configurando esto que antes decía del pop. El estreno del videoclip de Madonna fue un acontecimiento mundial del que hasta el Papa opinó. 

Quería reflejar el pop de aquella época. ¿Dónde estaba entonces? En la música, en el cine, que estaba accesible en los videoclubes. Además, éstos tenían una particularidad: las películas te entraban por los ojos. Aquí volvemos a la idea de la importancia de la imagen en esta historia. Del videoclub, sobre todo, lo que me interesaba era la idea de que entrabas y había un montón de películas, que te atraían por las portadas. 

Luego, es cierto que los años 80 que retrato, como decía, sin ánimo de nostalgia, son duros. Aquí y allá veías la heroína. En la novela aparece todo el tiempo. Hay yonquis, caminando por la calle se pisan jeringuillas… Y también en esa época, otro de los temas que se reflejan en la novela es la violencia de género. No habíamos tenido esa toma de conciencia que hay ahora mismo, aunque aún quede mucho por mejorar. En aquella época convivíamos con un machismo que ahora ya ha desaparecido o por lo menos se ha atemperado. Por todo ello, los 80 son un telón de fondo, una época muy pop, pero al mismo tiempo tampoco es maravillosa. A nivel social había problemas. Acuérdate de los atracos a farmacias, joyerías y bancos.

Me interesaba, y no es casual, que los escenarios de la historia fueran lugares que no llegan a existir del todo.

La novela se ambienta entre Murcia y Almería, en paisajes áridos, fronterizos. ¿Qué papel juega el territorio en esta historia?

Me interesaba, y no es casual, que los escenarios de la historia fueran lugares que no llegan a existir del todo. Ésa es una cualidad que aparece en los tres escenarios principales de la novela. Me apetecía jugar con esa ambigüedad, con la idea de lo real e irreal, de esa parte de realidad y de artificio que hay en la fotografía y en los lugares pasa eso.

Hay otra idea importante y es la del figurante. Ana, la protagonista, es una figurante, una persona que participa en un videoclip, pero que es como si no existiera. Esa idea también quería que estuviera en los escenarios. El primero es Campohermoso, un pueblo de Almería que se inventó de la nada hace sesenta años. Hubo una iniciativa durante el Franquismo para poblar zonas que estaban despobladas y favorecer la agricultura. Se diseñaron pueblos de la nada y uno de ellos fue Campohermoso. A mí esa idea me atraía mucho porque tenía que ver con el reto del protagonista, que tiene que viajar al pasado, pero el pasado no existe porque se borra. 

Campohermoso me parecía un pueblo muy interesante porque en sesenta años ha tenido tres vidas: de la nada se convirtió en un pueblo agricultor, más o menos en la época en la que transcurre la novela, pero luego cambió con la llegada de los cultivos de plástico y la inmigración.

Otro escenario es Castillitos, que está en Murcia y es una batería militar situada en la Bahía de Cartagena, que está construída como si fuera un castillo de cuento. Es una cosa un poco disparatada porque realmente tiene unos cañones tremendos y unas almenitas como de parque de atracciones. Ahí hay una esquizofrenia entre la apariencia y la utilidad del lugar que me parecía interesante. Ahí es donde Uri, al principio de la novela, va a hacer fotos. Es el lugar que representa el artificio con el que trabaja; sitios que son inventados, que no existen.

Por último, el escenario más importante de todos, porque ahí es donde opera el milagro de que Ana se convierta en pop, es el poblado de Fort Bravo, en Almería, donde se ruedan películas del Oeste y se graba el videoclip. Ése ya es el extremo, donde nadie ha vivido y donde, al mismo tiempo, puede ser cualquier cosa. Los tres escenarios importantes comparten esa idea de inconsistencia, de no existir del todo. No son lugares con una larga historia, donde viva la gente, coherente con el tipo de vida que hay en ellos… son lugares extraños.

La novela también explora el poder del dinero, capaz de corromper a agentes del orden, y de destruir familias. En la novela, de hecho, la riqueza no es precisamente fuente de felicidad. ¿Puedes profundizar un poco en este tema, aunque en la novela sea secundario?

No es el centro de la novela, pero efectivamente está ahí. Es una fuerza que corrompe a las personas. En el entorno donde crece Ana hay una oposición entre su mundo, basado en ideales -ella es una soñadora, que quiere ser actriz y hace cosas que con una lógica más capitalista no serían aceptables, como casarse con su novio tan joven- y el universo del dinero. Quienes tienen el dinero, normalmente terratenientes que se han enriquecido con operaciones de compra venta de terrenos, representan justo lo contario. Están enfadados, tienen rivalidades, carecen de vínculos familiares, están enfermos, corruptos… Hay un padre que a pesar de toda la riqueza que tiene no le ha podido dar a su hijo todo el cariño que éste necesitaba. En ese sentido, todos los que ostentan el poder económico en esta novela o bien son malos o bien son infelices.

De hecho, los héroes de la historia no quieren ganar dinero. Uno quiere cumplir su sueño y otro quiere encontrar la verdad, hasta el punto, como decía antes, de acabar perdiendo su trabajo, porque no es lo más importante para él.

Y es cierto que casi siempre que hay alusiones al dinero, se trata de personajes que no te caen bien. Por ejemplo, en un momento en la boda, cuando Uri empieza a hacer fotos, los amigos del novio, que son unos pijazos maleducados que le tratan mal, le dicen: «¡Ah, has ganado un premio! ¡Te habrán dado una pasta!”. Cuando Uri nunca se había planteado el premio desde el punto de vista del dinero, sino desde el reconocimiento. No lo había pensado antes, pero está presente.

Y por último, ¿hay ya una siguiente historia llamando a tu puerta?

Honestamente, todo mi ser está volcado en esta historia. Me ha agotado, es como una esponja que se ha secado, porque he vertido mis obsesiones, mis intereses… todo está ahí. Sin ser autobiográfica, sí que es cierto que está mi universo. ¿Qué quiero decir con esto? Que a cualquier cosa que venga después necesito hacerle sitio para rellenarla. Lo interesante es que está siendo una experiencia muy sugerente porque había escrito guiones para la televisión y muchas historias, pero esto es distinto. Primero, porque las historias cuando escribes un guion no son tuyas del todo, las haces en equipo. Segundo, mucho más importante e impresionante, por la relación que estableces con los lectores. Para mí está siendo una experiencia muy bonita porque, de repente, hablas con gente, como ahora contigo, que se ha leído la novela y le ha sugerido reflexiones, sensaciones, o le ha hecho feliz. 

¿Por qué digo todo esto? Porque en este momento estoy disfrutando del viaje de la novela. Obviamente, me dedico a contar historias y hay otras mil que me gustaría contar. Creo que la parte de la música y del pop ya la he agotado aquí, pero estoy seguro de que si escribiese alguna otra historia habría muchas conexiones con ésta, en el sentido de los temas que me interesan y de que además de hacerla entretenida aportaría pinceladas de información y curiosidades que amenizan la lectura.

Sobre el autor:
Rafa Luján debuta en la novela con ‘Ana que fue pop’, un noir teñido de sol, música y videoclub ochentero en DESTACADOS LETRAS
Rafa Luján.

Rafa Luján nació en Murcia en 1976, el mismo año en que los Ramones sacaron su primer disco. Terminó sus estudios de Ciencias de la Comunicación e Historia del Arte con una mitomanía incurable y una debilidad por todo lo que tiene que ver con la imagen. Ha sido guionista durante más de 20 años, y actualmente trabaja como productor de televisión. Es un apasionado de la fotografía, del cine y de toda la música que cabe entre los Stones y Billie Eilish. Ana que fue pop es su primera novela.

Más información:
En la web  de la editorial adnovelas.com/libro/ana-que-fue-pop

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Licenciada en Periodismo y Máster en Relaciones Internacionales y Comunicación por la Universidad Complutense de Madrid. Administradora y redactora de AlicanteMag.

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