Con motivo del Día Mundial de la Poesía, el pasado 21 de marzo, en el Teatro Wagner de Aspe se estrenó el espectáculo Estos días azules y este sol de la infancia, una selección de poemas machadianos teatralizados, que discurre coincidiendo con el 150 aniversario del nacimiento de este último.
No es frecuente que los poemas de ambos poetas, hermanos, se muestren agrupados, unidos, a la par. Lo habitual es escuchar la palabra de Antonio; y mucho menos, escuchar la de Manuel. Tengo la certidumbre de que algo pesa sobre ellos que provoca que, históricamente, se les haya mantenido alejados, distantes. Intuyo que eso tiene que ver no sólo con la temática que cada uno desarrolla –la poesía de Antonio más comprometida socialmente, mientras que la de Manuel, podríamos decir que, a veces, pudiera ser considerada como más frívola, liviana, más personal, menos comprometida-. Intuyo, repito, que también tiene que ver con esas dos Españas, tantas veces nombradas, que de modo tan preciso son retratadas en la estrofa del menor de los hermanos, Antonio, aquella que dice Españolito que vienes/ al mundo te guarde Dios, / una de las dos Españas/ ha de helarte el corazón.
La voz poética de ambos autores es sugerente, dinámica, rítmica, evocadora, facilitadora de imágenes que nos abren a mundos atemporales, precarios, vibrantes… En ambos, tanto Manuel como Antonio.
La pirueta escénica en la que se ha embarcado la propuesta escénica transita la palabra poética contrastando unidades temáticas que tratan lo autobiográfico, lo histórico, lo social, lo filosófico, lo cotidiano. Así escuchamos poemas que hablan de la guerra civil, del exilio, de la actitud ante la vida, de la realidad, de la ficción…
Desde el escenario, tanto los poemas de Manuel como los de Antonio se ensamblan y enlazan perfectamente, al unísono, sin fricciones, contradictorios a veces, peculiares y particulares, con identidad propia, sin excesiva diferencia, o, por el contrario, con un muy grave enfrentamiento dialéctico.

La colección de poemas seleccionados ofrece esferas cromáticas dispares. Poemas como Las moscas, Yo voy soñando caminos, Era un niño que soñaba, El mañana efímero, Españolito que vienes al mundo, etc. se miran de frente, contrastados, con otros como Retrato. Esta es mi cara, esta es mi alma-, Yo poeta decadente, o La canción del alba.
Hay dos aspectos que destacan sobre otros en el montaje y puesta en escena de Estos días azules; el primero es que el material de que se nutre la propuesta escénica es, enteramente, materia poética trasvasada al código de las artes escénicas, y abocada a lo estrictamente teatral. Lo segundo que destacamos es, importantísimo, la creación del personaje, algo que no tiene presencia física en la poesía –recordemos cuántos poetas leen sus poemas como ellos mismos cuando están hablando de personajes distantes en tiempo-. En la esencia del poema permanece contenido, velado, a veces cautivo, el personaje, que sólo cuando se le sitúa en el plano de lo escénico teatral se muestra. Estando oculto o tapado bajo la manta de lo recitativo, al acercarlo a lo teatral aflora, mostrándose: tiene sentimientos, mira, respira, comunica, no solo habla, y transmite su inquietud, su fracaso o su victoria. Y a partir de ahí es donde germina el tercer elemento, importante en esta particular puesta en escena, solo posible cuando hay personaje –no rapsoda- que, héroe o villano, asume la paternidad de la acción: es lo que se conoce como conflicto escénico. Surge el conflicto escénico, como elemento regulador de lo que al personaje le sucede, cuando hay un ser humano detrás o por debajo, que construye una plataforma firme y estable para su dinámica sustentación.

En conjunto, y en particular, tanto la palabra de Manuel como la de Antonio Machado, muestran una sabiduría y un buen hacer encomiables. En ambos poetas hay un ritmo vivo, un chispazo genial, una dinámica humana intensa que trasciende lo estrictamente personal, que nos acerca a otras realidades alejadas, pero no tan lejanas.
El equipo artístico que ha puesto en pie el proyecto está formado por Alfonso García Pujalte desde la dirección técnica –iluminación, efectos plásticos y sonoros-, Antonio Clavel, desde la guitarra; mientras que la dirección artística –codirección- la firman Alfonso García Pujalte y F. A. Miralles, que, junto a Manuela Amat y Joserra López forman el trio de intérpretes audaces que ponen sobre la escena el ramillete variopinto poemático de los dos hermanos Machado, Antonio y Manuel, cosa extraña hasta el presente.
¡Salud y Teatro!
Paco Alberola