Del 9 al 15 de julio, en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro, puede asistir a media docena de espectáculos de compañías nacionales, con textos de autores como Lope de Vega, Fernando de Rojas, Sor Juana Inés de la Cruz, Ana Caro Mallén, San Juan de la Cruz y Molière.
Espectáculos estructurados en diversas categorías estéticas como el monologo, la tragicomedia, la comedia de enredo y otros; del total de textos, dos son propuestas basadas directamente en los originales –La Celestina y Valor, agravio y mujer; mientras que el resto son creaciones elaboradas a partir de diversos materiales, sea de un autor, como es Profundo Gozo –de San Juan de la Cruz-, o Vive Molière –de Molière-; sean propuestas que tienen su origen en un solo texto, caso de la creación de Las Laurencias, procedente del monólogo de Laurencia –Fuenteovejuna-, o sea como Primero Sueño Pause, que nace de la necesidad de poner en escena el poema Primero Sueño.
En cuanto al número de intérpretes en escena hemos visto espectáculos de gran formato: Umbra Teatro –La Celestina-, la CNTC –Valor, agravio y mujer-, Secuencia 3 –La Celestina-, Ay Teatro –Vive Molière- y Las Laurencias; con formato medio tendríamos Primero Sueño Pause y en formato pequeño Profundo Gozo, monólogo con acompañamiento musical. El verso clásico lo escuchamos en Las Laurencias, y en Valor, agravio y mujer; la poesía mística en Profundo gozo y Primero Sueño Pause, y la prosa poética en las dos Celestinas y Vive Molière.
Sabemos que los textos que llamamos universales se caracterizan esencialmente porque son conocidos, pertenecen a la humanidad, puedes conversar sobre ellos en cualquier lugar del mundo; y porque de esos mismos textos, por su particular construcción, se pueden realizar diversas y diferentes recreaciones, descubriendo aspectos ocultos, olvidados, supuestos o probables. Así ocurre con obras como Hamlet, de Shakespeare, La vida es sueño, de Calderón; Fuenteovejuna de Lope, Don Juan Tenorio, de Zorrilla, El avaro, de Molière, o con personajes como Don Quijote, Edipo, Antígona, Medea, o Celestina que, además de ser un personaje universal, da título a una de las obras punteras de nuestra literatura dramática: La Celestina, atribuida a Fernando de Rojas.
En los últimos meses he visto tres contrastadas Celestinas sobre las tablas. Una, es una versión circense, muy dinámica con personajes asumidos por tan solo tres intérpretes, en un juego muy próximo al clown; de hecho, el espectáculo se titulaba Celestina, la tragiclownmedia, de La escalera de Tijera, creación que valoramos en un artículo en diciembre de 2022. Las otras dos Celestinas las acabamos de ver en el festival, una a continuación de la otra. Me atrevo, por tanto, en un difícil ejercicio de equilibrismo a ponerme en la tarea de hacer cierta comparativa artística y de puesta en escena entre ambas propuestas que, a mi entender, se merecen unas líneas para el análisis.
Las hemos visto en dos lugares diferentes, en dos días seguidos, son parecidas, son distintas. La de Umbra Teatro, dirigida por Javier Mañón, e interpretada por Covadonga Calderón, y la de Secuencia 3, dirigida por Antonio C. Guijosa e interpretada por Anabel Alonso. Ambas discurren en loor de multitudes.
La propuesta de Umbra Teatro, es una propuesta muy sólida, con una adaptación textual curiosa y un elemento altamente chocante, pues nada más empezar la obra descubrimos que Calisto no es el joven veinteañero, ni siquiera un esforzado mocetón; Calisto es un personaje entrado en años, maduro, consciente de lo que es y ha sido, entero en sus convicciones, y profundamente enamorado de Melibea, que como personaje sí es la dama joven que con posterioridad formará pareja con el formal Calisto. Esta es su novedad y se sostiene muy bien, con una dramaturgia convincente y plausible, muy posible.
Desde La Celestina de Secuencia 3, cuya versión textual la firma Eduardo Galán, se hace una pirueta también muy sólida, de tal forma que el comienzo de la misma es el final, y el arranque de esta singular Celestina es el momento en que Melibea, desesperada por la muerte de Calisto, se arroja desde la torre al vacío. Aparecerá Celestina, como personaje resucitado, y justificará a Pleberio –y al conjunto de espectadores- lo ocurrido, mostrando lo que fue la relación entre Calisto y Melibea. Como hemos dicho: misma obra, distintas propuestas, idéntico desenlace; es la riqueza del teatro clásico.
En el Corral de Comedias se representó Profundo Gozo, de Elfo Teatro, una recreación fascinante sobre San Juan de la Cruz, su Cantico espiritual y otros poemas, puestos en escena de modo exquisito, con gran dominio de los tiempos y los ritmos; el monologo, a veces recital, a veces lamento, reclamo u oración… Un cuerpo en escena con apenas nada, una sábana, una caldereta de agua, una mesa, unos velones, una escalera para ascender por la mágica palabra mística, engarzada en nuestro imaginario arcaico.
En el Teatro Municipal se representó Primero Sueño Pause, basado en el poema barroco de Sor Juana Inés de La Cruz, por primera vez puesto en escena, ganador del Festival Almagro OFF, del que hicimos un artículo en AlicanteMag con fecha 17 de julio. También pudimos ver, en este mismo teatro, la creación Las Laurencias, trabajo basado en lo que fue el rapto y violación del personaje Laurencia, de Fuenteovejuna, desfragmentado en acciones que van desde los cuadros realistas -dos vecinas reprochando la actitud del comendador mientras se abanican-, hasta un compendio de escenas de danza, pura danza, muy agradable de ver, quizás con una necesidad mayor de ser engarzadas en el contexto general de la propuesta, con una muy destacable iluminación, vestuario, banda sonora o los solos interpretados en directo de la guitarra.
Y en el Palacio de los Villareal vimos Vive Molière, alarde de buen hacer, y buen decir, un espectáculo redondo, pleno de graciosas situaciones rescatadas de diversas obras del autor francés, con recreaciones sobre su vida y su relación paterno filial, así como sobre el tópico de su muerte, trajeado de amarillo o no. Profusión de personajes y una expresividad rayana con lo exquisito, rítmica, juego, cuerpo, voz, vestuario, iluminación y hasta un apagón final preámbulo de que todo en la escena está dispuesto para que la magia del teatro ocurra. ¡Larga vida a Moliere, que es como decir Viva el Teatro, Vive Moliére!
Entre las muchas actividades paralelas del festival visité una exposición sobre Antonio Gades, asistí a una especie de masterclass expositiva sobre la recuperación del verso clásico -voces grabadas de nuestros antepasados comediantes-, organizado por el director de escena Eduardo Vasco, y, en el calor de mediodía estuve en alguna rueda de prensa; saboreé de nuevo las exquisitas berenjenas, y sombrero y abanico en mano paseamos por las calles sin sombra de un Almagro que respira teatro a medida que el sol se va poniendo… y el calor ferviente de la calle, como por arte de magia, se transforma en la exquisita energía con que se nutre cada día cada uno de los espacios en donde, ya al caer la noche, se ponen clásicas obras del teatro universal.
¡Salud y Teatro!
Paco Alberola