Compañía Chapitô - Antígona.

La Cía. de Teatro Chapitô disfruta de un largo recorrido en años de profesión y propuestas escénicas, caracterizada por asumir ciertos mitos y llevarlos al borde del abismo o del disparate. Reinterpretar algunos textos clásicos acercándolos al presente, teñidos de un color y ambiente de absurdidad o gansada, junto a una peculiar forma corporal de asumir el hecho escénico, forman su sello característico. Parten para ello de un análisis concienzudo del tema que van a tratar para, después reconstruirlo desde su particular visión estética y teatral, desde su privativa creación colectiva.

Para ello recurren a técnicas corporales cercanas al payaso o clown, con elementos de la mímica tradicional, con juegos procedentes de la comedia del arte, con una gestualidad inofensiva, rústica, alocada… De este modo, las repeticiones, los equívocos, los personajes parodiados permanecen próximos a lo bobo de ser buenos, malos, simples, torpes o agudos.

Se presentan en un espacio abierto, exento de escenografía, algo parecido a una pista de circo, sin serlo, por el que vemos desfilar tanto individuos –los personajes de la tragedia de Sófocles y otros-, como a los animales carroñeros creados, en esta particular comedia anti-heroica con un punto de surrealismo. Nada hay en el espacio escénico que indique que sea un circo: su presencia está en el imaginario del espectador que, conocedor de la historia ocurrida, se alía, confiado y bonachón, con el trio de mordaces intérpretes.

Es el suyo un trabajo original que recurre a dos elementos fundamentales: un trabajo anatómico exhaustivo y un juego sonoro-corporal dinámico, brillante en matices. Igualmente se apoyan en el juego con los objetos en la escena –es decir, aquello que es y aquello que, por el uso que hace el personaje, puede llegar a ser: una botella es una botella, pero tumbada y debidamente gesticulada es un ordenador; un ladrillo es un ladrillo, pero también es la pared con que emparedan a Antígona-.

Se apoyan en recursos como el vestuario, muy simple, que utilizarán no sólo como caracterización de personaje, sino también en función de las acciones requeridas: será cómplice como un ventilador, será envoltorio para los diversos personajes y sobre todo será un depósito o saco del que surgirán utensilios que en el juego facilitarán la propuesta estética –la sangre que brota de las heridas serán trocitos de tela roja que aparecen a chorro y son venteados, o dos plumas en cada mano más la actitud corporal será suficiente para que a los buitres los veamos en escena-. Todo ocurre en Tebas y también en el lugar de la representación –y nosotros seremos espectadores o tebanos en función del patrón que nos hagan jugar-.

La expresividad de la obra se acerca a lo absurdo, intercambiando roles y papeles. Los tres intérpretes asumen todos los personajes de la tragedia de Sófocles, caricaturizados y caracterizados por alguna especificidad física –posición de manos de Ismene-, o la posesión de un objeto –el martillo como arma en Etéocles y Polinice-, el uso de un micrófono, o unas gafas de sol, una voz en registro agudo, una frase –¡Qué disparate!-, etc. Los personajes usan el suelo, tanto para estar en la vertical como para estar en la horizontal, mientras cuentan, narran e interpretan la historia de la infeliz Antígona, hija de Edipo que, contraviniendo la ley dictada por Creonte, el tío malvado, decide dar sepultura también al otro hermano muerto en combate, Polinice. De esa doble muerte se aprovechará Creonte que, como gobernante todopoderoso dictará leyes absurdas, como hemos visto legislar tantas veces en todo tiempo.

La parodia teatral incide en lo bobo de las guerras, en lo bobo de las conductas humanas y en lo bobo de las ordenanzas y leyes que, con frecuencia, no sólo no resuelven las situaciones, sino que, además, las agravan. Chapitô se ríe de todo eso en connivencia con el público espectador, mostrando lo absurdo del comportamiento humano. Es teatro gestual, próximo al teatro del payaso clásico, sin aditamentos, sólo cuerpo y voz, como hemos dicho, y una fuerte complicidad con el público, que como tal aplaudió y agradeció ser público tebano por un rato y poder apedrear –con pelotas de pingpong- al propio Creonte, dictador, y hacerlo con método, arte y poesía.

¡Y con una catártica sonrisa de oreja a oreja!

¡Salud y Teatro!

Paco Alberola

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Actor, director de escena, docente y autor. Doctor por la Universidad de Murcia. Ex profesor de la Escuela Superior de Arte Dramático de Murcia. Ex director artístico del Festival Medieval de Teatro y Música Medieval de Elche.

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