Me satisface comentar que la obra Error 404, de la compañía de teatro de títeres Ángeles de trapo de Málaga, es una producción elaborada con el objetivo de enseñar deleitando, como decía Cervantes, en este caso desde la manipulación del títere y los objetos de uso cotidiano y ordinario; y, también, con el objetivo de mostrar la conducta de su protagonista, un chaval de unos diecisiete años, atrapado en su habitación inundada de aparatos, que le reclaman atención constante. De esta forma, el personaje protagonista, más que protagonista y actor de sus actos es sufridor y paciente, es decir víctima de su entorno, y resignado.
Desde el títere, nuestro joven manipulador Wagner Gallo nos conduce por lugares que a veces tienen algo de autobiográfico -comentario suyo-, más otros materiales escénicos relacionados con lo que sucede actualmente entre los chicos jóvenes que están descubriendo el mundo, a veces desbordados -sin ser conscientes- por las tecnologías punteras, innovadoras, siempre de última generación: una historia unipersonal, en varios momentos conmovedora y a veces delirante, preparada para infantes a partir de ocho años. Y adultos estremecidos, un tanto conmovidos…, como el que suscribe.
Nos cuenta el joven autor una historia contemporánea, el día día en el que se mueve Steve, el protagonista, enclaustrado en un habitáculo, rodeado de tecnología –nuevas tecnologías-, que ve el mundo, -un fragmento- a través de una realidad distante de la realidad –valga la redundancia-, alejado de todo y de todos: no hay amigos, no hay familia…, nadie, salvo un gato que sustituye por un perro electrónico con luces led en los ojos. Su única relación con el exterior será con el repartidor de pedidos, que le traerá el nuevo animal de compañía.
A lo largo de casi una hora, este bululú actual va mostrándonos lo oscuro del brillante mundo de la informática, y lo gris y anodina que puede resultar la vivencia de un periodo súper importante como es la adolescencia entrando en la juventud; edad que un personaje de Shakespeare –Jacques, de Mucho ruido y pocas nueces– definía entre “el escolar lloricón (…) que, como un caracol se arrastra de mala gana a la escuela”, y “el enamorado, suspirando como un horno, con una balada doliente compuesta a las rejas de su enamorada”. Evidentemente, si el bardo inglés reescribiera este ilustrativo monólogo sobre las siete edades de los humanos, debería inventar este nuevo período entre las dos edades dichas, sin lugar a dudas.
El espectáculo es bueno y debo animar a que se asista a disfrutarlo. La propuesta escénica está bien trabajada, hecha con mucho cariño y sabiamente resuelta en su argumento, ritmo, imágenes, apoyada en una banda sonora continua que va conduciendo el espectáculo orgánicamente en todo momento. En él no se dice palabra ni falta que hace: el personaje, abocado a la pantalla –ordenador, móvil…- es cautivo, atraído, casi absorbido, por el brillo del abismo que a veces hay tras el mecanismo informático de última-última generación.
El trabajo acaba con un bello punto de ilusión y esperanza. Se puede ver en la Sala de Títeres La Carreta de Elche.
¡Salud y Teatro!
Paco Alberola
Elche, 11/12/2021