Las cigüeñas se muestran egregias en los campanarios alcalaínos (casi como El caballero de la mano en el pecho de El Greco), desde donde el clack-clak de sus larguísimos picos suena tan particular. Esta imagen visual y sonora es característica del Festival Iberoamericano Clásicos en Alcalá, este año con la nueva dirección artística de Clara Pérez.
En esta XXIII edición ha habido exposiciones, debates, presentaciones, representaciones, cursos y espectáculos de diversas categorías y formatos que ofrecen un listado heterogéneo que integra, además, varias propuestas escénicas en colaboración con Iberoamérica, con un específico denominador común: los textos de los que parten tienen su autoría en el teatro escrito del Siglo de Oro español. Eso también lo caracteriza y le atribuye un punto de singularidad.
De los espectáculos vistos el último fin de semana puedo destacar:
La monja Alférez, de Ruíz de Alarcón, comedia histórica, cercana a las de capa y espada, una propuesta de Teatro Círculo de Nueva York. La adaptación teatral reorganiza la secuencia temporal del personaje Catalina de Arauso, conocida como el soldado Alonso de Guzmán, personaje histórico real, presentándola en formato de cabaret en donde el narrador/cantante, acompañado de pianista, va guiando las sucesivas escenas de la representación.
La puesta en escena acomoda el ambiente musical como estructura dramatúrgica; mientras que otros elementos como la cámara lenta en las escenas de mayor acción –los enfrentamientos -, un verso a veces gritado o un diseño de personajes excesivamente estereotipados son recursos que no la favorecen, mermando la dinámica de su expresividad. Más allá de la fábula, el protagonista, Catalina o Alonso, es, independiente de su condición, un símbolo que trasciende lo personal.
Los sueños, sueños son, es una recreación de la obra de Calderón La vida es sueño, en formato de teatrillo de titiriteros. La compañía Tropos Teatro realiza una imaginativa y conmovedora historia centrada en el personaje Segismundo sugiriendo preguntas sobre ciertas actitudes sociales actuales. Hay diálogos entre personajes y títeres, y manipuladores-títere, realizando una maravillosa puesta en escena de teatro dentro del teatro, utilizando a veces el propio cuerpo como estructura escenográfica.
El Conde Partinuplés, de Ana Caro Mallén, comedia del amor cortés con soluciones mágicas, es una muy divertida propuesta. De ella destacamos algunos elementos: el gracioso y expresivo juego corporal de los personajes (especialmente Gaulín y el Conde); también la escenografía móvil, cambiante, que beneficia los distintos ambientes por los que evolucionan los protagonistas; igualmente la iluminación y el acompañamiento musical en directo, y, sobre todo, la interpretación, en la que cada intérprete cumple con su rol, sea desde el grupo de la nobleza o desde el grupo de los criados o ayudantes – Gaulin y Aldora-. Y también, por un verso jugado al servicio de la escena.
La animación en calle de Don Quijote y sus gigantes, de la Cía Small Clowns, sorprende al presentar a don Alonso Quijano sobre un Rocinante con ruedas y a Sancho sobre el Rucio, también rodado, en triciclos guiados por personal de a pie que, coro de acólitos, empujan los dinámicos artefactos acompañantes: el molino con las aspas y la gran serpiente–dragón.
El Siglo de Oro en escenas, de Teatro del Finikito, se presenta como pieza hecha a la manera de la Comedia del Arte Italiana. En ella hay máscaras, diversos personajes que se podrían relacionar con el criado bobo, los enamorados, el dottore, o la sirvienta, en una especie de canovaggio o hilo conductor de la trama que interactúa con el público, en un escenario casi corral de comedias o patio palaciego, con juego de armas, final feliz, etc.
Un trabajo magnifico fue el realizado alrededor de Quevedo, hombre de luto y zarabanda por el actor Antonio Medina, acompañado de otros varios profesionales a modo de compañía de cómicos. En él, cuanto se dice de su tiempo vale para el nuestro.
Trashumancia, teatro de calle, de Xip Xap, llena las plazas con los sonidos de antaño, por donde, de nuevo, el ganado bovino transita en busca de pastos. Acompañado por los cabreros, por los perros pastores, atentos todos al aullido del lobo que podría atacar el rebaño. Singular pasacalle, lleno de imágenes antiguas y una muy sugerente creación de animales.
La increíble historia de Juan Latino, de Claroscuro Cía. de Teatro, es teatro de múltiples recursos, riguroso, que emplea el juego de las máscaras y los títeres, junto a la actuación, para desarrollar una historia entrañable de encuentro entre dos personajes alejados por ser cada uno de clase social distinta. Magnifico en grado sumo: desde el espacio escénico hasta las máscaras, los títeres o la música en directo, escenografía, movimiento, interpretación…
Del amor loco atrevido, producción de Harmonía del Parnás, es pieza a medio camino entre lo musical –tres músicos instrumentistas en escena y una vocalista-, y lo escénico teatral, con dos actores que interpretan: el personaje maestro de ceremonias y el pastor Endimion, enamorado de la Luna. Un formato inusual en el que la exquisitez tanto de las piezas musicales interpretadas, como del texto, en verso, de Gaspar Aguilar, autor del siglo XVI, evocan el proceso del particular enamoramiento. La propuesta guarda cierta relación con la llamada comedia bucólica y con ciertos poemas honorables como “Epístola moral a Fabio” de Andrés de Andrada, “Primero Sueño” de Sor Juana Inés de la Cruz, o “Carta para Arias Montano” de Francisco de Aldana. Se recupera así, una forma lúdico-palatina de representación, especialmente característica de nuestro preciado Siglo de Oro.
La Tunantada, baile popular del Perú, casi una mascarada, incorpora la armonía de las diferentes diversidades culturales que se generaron durante el virreinato español a lo largo del siglo XVI en ese país. Es un baile mestizo que representa las diversas clases sociales, donde cada personaje ejecuta una coreografía propia a compás del ritmo de la melodía Tunantera, interpretada por la orquesta acompañante. Tremenda la hechicera y sugerente tonada y la marcha perseverante de los danzantes tenaces.
Como dice la nueva directora: “Los textos clásicos hablan del ser humano, sus sueños, sus necesidades y sus abismos… El teatro es fuente de felicidad, es rito, es fiesta”.
Que es, parafraseando a Quevedo: “Vivir intensamente”.
Clásicos en Alcalá es, sigue siendo, un festival puntero (no sólo, como ustedes saben por los largos picos de sus cigüeñas).
¡Salud y Teatro!
Paco Alberola