Cuando se le cuenta a alguien que pertenece a la generación Z (nacido a finales de la década de 1990 e inicio de los 2000) que existió una época, una era, un tiempo -ni mejor ni peor, simplemente diferente- en la que las relaciones diarias con personas que acababas de conocer no se basaban por sistema en la desconfianza ni en la presunción de culpabilidad… cree que, o bien, le estás mintiendo o bien que estábamos locos de atar.
Las sociedades se han basado, se basan y se basarán, en hegemonías de pensamiento que han vencido a otras ideologías sobre ese mismo asunto…y lo han hecho con tanta claridad que se entienden cómo la única forma de pensar y actuar ante esa realidad. Si, además, en nuestra experiencia diaria nos focalizamos en constatar que esa hegemonía es cierta y la cultura popular afirma lo mismo… pues no hay más preguntas señoría.
Los cánones y las costumbres culturales cambian y es imprescindible conocerlos para saber quiénes somos a ojos de los demás. Por ejemplo, en el pasado, una persona adulta que interpretaba y gestionaba su vida, principalmente, a partir de los tropos, mitos, usos y costumbres sociales aprendidos de su bagaje cinéfilo, resultaba, en muchas ocasiones, alguien interesante, atractivo e, incluso, molón. Sin embargo, en la mirada del protagonista, en el punto de vista del film, éste puede llegar a ser un bicho raro, cuando no sospechoso. Y si uno, siendo plenamente consciente de lo que representan sus comportamientos en un momento histórico dado, los sigue repitiendo -a pesar de que en el pasado fueran aceptables e, incluso, molones-, debe saber a qué atenerse. Lo que pasa es que el protagonista no es consciente. Y de ahí viene todo el conflicto dramático.
Todo esto sirve como prólogo desde el que acercarnos a esta estimulante adaptación al cine del cuento corto homónimo de Kristen Roupenian, que se viralizó tras su publicación en 2017 en The New Yorker. El film muestra con maestría cómo percibe el mundo la joven protagonista universitaria, bastante fiel representante de su generación, a través de insertos en los que sus temores y desconfianzas compiten con sus deseos y fantasías. Aún más simbólico es el personaje de la amiga y compañera de estudios para la que cualquier detalle de la vida cotidiana es un síntoma de la guerra cultural actual, centrada en el sexismo.
Y luego tenemos al inadaptado treintañero al que el nuevo mundo se le ha venido encima, que no puede comprender cómo, en poquísimos años, lo que estaba socialmente aceptado ha dejado de estarlo. Él sigue siendo, en realidad, el mismo tipo con pocas habilidades sociales, pero el mundo es otro.
Toda la película gira alrededor de la lucha entre el deseo de aventura, más o menos inconsciente, y la desconfianza, más o menos justificada. Pero, sobre todo, gana enteros en la larga secuencia en la que la misma realidad (una cita) es percibida de manera totalmente opuesta por los dos protagonistas. El cine de Hollywood está lleno de citas desastrosas y citas mágicas, pero ha presentado pocas citas tan incómodas como ésta o akward (extraño, en su traducción al español), como dicen los anglosajones. El tema del film no deja de ser uno de los tremebundos malentendidos que se producen en la sociedad actual por vivir en diferentes longitudes de onda mental y ética.
Todos los elementos técnicos y artísticos se ponen acertadamente al servicio de los objetivos de una narración atractiva y peculiar que, quizá, se desinfla un poco en un desenlace -que no estaba en el relato original- y que quiere acercarse a los territorios de la sublime Una joven prometedora, sin demasiado éxito.
Esta película está disponible en Movistar Plus.
Título original: Cat Person. Estados Unidos, 2023.- 111 minutos.- Dirección: Susanna Fogel.- Intérpretes: Emilia Jones, Nicholas Braun, Geraldine Viswanathan, Hope Davis, Isabella Rossellini, Michael Gandolfini, Fred Melamed.- DRAMA DE INTRIGA.
Margot, una estudiante universitaria que trabaja en un cine de autor, conoce en el trabajo a Robert, un espectador habitual y un vecino bastante mayor que ella. El flirteo a través del mostrador evoluciona hacia el envío continuo de mensajes. A medida que avanza el romance entre ambos, se acumulan los momentos incómodos, las señales de alarma y las incomodidades. Margot se siente a la vez apegada y reticente, mientras sus inquietantes dudas se convierten en vívidas ensoñaciones en las que Robert hace realidad su potencial más amenazador. A medida que su desconfianza e incertidumbre aumentan, una noche, su relación y, posiblemente, sus vidas se desenredan o enredan aún más. (Fuente: FILMAFFINITY)