U
A las 23:15 h. se daba comienzo con una proyección que introducía la narrativa de la obra: Darío Adanti y Edu Galán, procedentes del planeta Mongolia, aterrizaban en España con la misión de analizar el estado del país e informar a sus superiores mongoles. Durante las dos horas siguientes asistimos a un espectáculo de variedades compuesto por sketches, momentos de spoken word, intervalos teatrales y, efectivamente, alguna que otra canción interpretada por Eduardo Bravo, fundador de la revista al igual que la pareja protagonista.
La relación de la clase política con el pueblo español en este momento de crisis económica fue el tema sobre el que se volcó el humor ácido y destructor de Adanti, Galán y Bravo
Nos mostraron las viviendas que las clases sociales bajas no podrían obtener ni en sueños. Explicaron en qué consiste el efecto ‘puerta giratoria’: un político que obtiene un cargo en una empresa que anteriormente ha privatizado. Hablaron del culebrón, patético e interminable, que nos está ofreciendo la monarquía española en los últimos años. Por supuesto, tampoco perdieron la ocasión para criticar las actitudes reprobables de ciertos elementos de la Iglesia. Lo que más conmovió al público congregado fue el sketch en el que se aludía al caso Ikea.
Esta carga de excitación en el público es lo que explica el lleno hasta la bandera que se produjo en Clan Cabaret. Muchos ciudadanos sienten una desilusión con los dirigentes políticos y con una política que no deja de ser salpicada por corruptelas y tráfico de influencias mientras se habla de deudas multimillonarias, cierres tanto de empresas privadas como de instituciones públicas, sueldos ridículos o trabajadores sin cobrar durante meses.
Este descontento existe. Publicaciones como Mongolia lo catalizan. Y los asistentes a su ‘musical’ sintieron que por una noche metían el dedo en el ojo a aquellos que deciden pero ni sienten, ni padecen.