Un más que interesante debut tras la cámara del actor Raúl Arévalo (‘Primos’, ‘Cien años de perdón’) que demuestra haber aprendido de los directores con los que ha trabajo durante su carrera, especialmente de su experiencia con Alberto Rodríguez en ‘La isla mínima’, cuyo estilo de narración es la más fuerte inspiración para su opera prima, ‘Tarde para la ira’.
Los que me conocen saben que no soy muy partidario del “cine de cogotes”, término que acuñe para el tipo de planificación en el que predominan los planos muy cerrados en los que sólo vemos planos detalles de una parte de la cabeza de los protagonistas, especialmente la nuca. Los hermanos belgas Dardenne son el paradigma de esta concepción visual que veo adecuada para ciertas escenas de un cine muy social y/o dramático, pero de las que considero que no se debe abusar. Es cierto que para producciones que cuentan con poco presupuesto y quieren contar historias de profundo calado humano puede servir pero, a veces, se nota demasiado que no hay una razón estilística detrás, sino que, simplemente, no hay un duro.
Arévalo, sin embargo, sabe intercalar sabiamente escenas claustrofóbicas (la secuencia inicial de la huida fallida del protagonista ya te mete de lleno en el ambiente y la atmósfera de ‘Tarde para la ira’) con otras mucho más respirables.
Obviamente, en una historia de estas características, la credibilidad que transmitan los actores es fundamental. Y la mayoría están excelentes. Destacan por encima de todos una incomensurable Ruth Díaz, que se hizo merecedora del premio a la mejor actriz en la sección Nuevos Horizontes del Festival de Venecia. No se debe olvidar a un más que probable nominado al Goya al mejor actor de reparto, Manolo Solo, eterno secundario del reciente cine español en un rol absolutamente diferente a los que nos tiene acostumbrados. Él es el protagonista absoluto de la mejor secuencia del film, la del gimnasio, recuérdenla cuando vayan a verla.
‘Tarde para la ira’ tiene una duración ajustada, no sobra nada en ella y, sin siendo un film nada político en apariencia incluye una escena que define a nuestro país: las copas de los árboles son testigos de la violencia inherente, mientras de fondo se oye la engañosa música representativa de nuestra engañosa alegría: la pachanga.
España, 2016.- 92 minutos.- Director: Raúl Arévalo.- Intérpretes: Antonio de la Torre, Luis Callejo, Ruth Díaz, Manolo Solo, Alicia Rubio, Raúl Jiménez, Font García.- COMEDIA ROMANTICA.- Madrid, agosto de 2007. Curro entra en prisión tras participar en el atraco a una joyería. Ocho años después sale de la cárcel con ganas de emprender una nueva vida junto a su novia Ana y su hijo, pero se encontrará con una situación inesperada y a un desconocido, José.