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Romeo y Julieta, por mil, en el ADDA de Alicante

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'Romeo y Julieta' - © Germán Antón.

Se ha escrito tanto sobre Romeo y Julieta… que creo que ya nada queda original por enunciar, descubrir, sugerir, afirmar de tan estupenda obra, de tan entrañable cuento. En Romeo y Julieta está contenido el espíritu de la humanidad, la esencia del humano, lo más bello y lo más cruel. Ponerle imagen, sonido y movimiento, vestirlo y presentarlo es un riesgo en el que es fácil dar un paso en falso. O, todo lo contrario: hacer un diez sobre diez.

Romeo y Julieta es la historia más y mejor aprendida de la humanidad. No me detendré en las versiones, adaptaciones, refundiciones, reescrituras que, como en procesión la acompañan; tan solo decir que Lope de Vega  tiene su particular encuentro entre Castelvines y Monteses (Capuletos y Montescos); que otros autores, como Rojas Zorrilla, tiene su particular comedia  sobre la misma cuestión y tema, Los bandos de Verona; y que, con referencia temporal más cercana a lo contemporáneo, podemos mentar La historia de los tarantos, de Alfredo Mañas, una muy particular  tragicomedia resuelta a navajazos entre “tarantos y camisones”.

Romeo y Julieta, por tanto, hace nada que se acaba de escribir, apenas en el siglo XVI, apenas en el siglo XXI, apenas hace unas semanas. Ayer, anteayer, hace un rato, otra vez la vimos y oímos representada. Es grande, lo sigue siendo, y, ahora, se ha reescrito ubicada entre dos orillas que la limitan y la engrandecen: desde el movimiento-danza, y desde lo sonoro–musical. Las actitudes relatan y cuentan, las acciones florecen invitándonos a transitar por mundos en donde los que ocupamos asiento en el auditorio del ADDA, nos encontramos reflejados. Como si fuera un espejo caleidoscópico, o cientos.

Y de nuevo…volveremos a ver a tantos personajes grandes, o pequeños, o mediocres; volveremos a encontrarnos con intereses dispares, opiniones contrarias, acciones violentas, insultos, improperios, que nos dejaran el alma helada, y volveremos a escuchar, aunque no las oigamos, las palabras de ternura, las caricias, lo compartido, lo visceral con lo sublime, lo dinámico respirando, o el dolor de la bofetada, la zancadilla, el empujón, la blasfemia, la ignorancia, la malicia…

Romeo y Julieta sigue estando ahí, en nuestro más profundo interior y en la capa de piel más externa que tenemos, nuestra más externa piel, la que toca, o es tocada. Por eso es posible, porque trasciende los tejidos, los órganos, las articulaciones, los tendones y músculos, los huesos… y se transfiere, se proyecta, se expande más allá de la inmensidad de la sala para llegar hasta allá, allá, allá…

Romeo y Julieta es un espacio casi vacío, unos paneles de colores, móviles, unos cubos brillantes, un jardín, que son dos casas, dos terrazas, dos familias, dos haciendas, dos colores, intereses dispares… una música hercúlea, abrumadora, que lo envuelve todo…; donde hay cientos, miles de músicos interpretando las piezas; cientos, miles de intérpretes danzando; cientos, miles de espectadores absortos, sin respiración…

Romeo y Julieta es tragedia, es veneno, por eso nos asombra, es narcótico, por eso nos deslumbra o nos ofusca, nos hace delirar o enloquecer, muere y renace, muere y renace y deja un poso de esperanza, en que quizás alguna vez la historia no acabe así, en tragedia, en tragedia… que no haya coros de plañideras, que el coro griego de lamentaciones se convierta definitivamente en coro que acurruca, arropa, abriga… coro que canta, y salmodia una nana interminable…

Romeo y Julieta es un grito doble: el de Romeo, inaudible por feroz y fiero, y el salto al vació, el hueco de Julieta, tremendo por su ausencia, dolorosa, multiplicado por mil. Y viceversa.

Ambos, eclipsados en la nada del impulso, del envite, de la desaparición, para emerger y encontrarse en la línea del horizonte del atril del director de orquesta que, coro o mar sonoro, los recrea con cada uno de los movimientos oleaje.

Mientras tanto, los danzantes, extenuados, exhaustos, expiran quedando en una afonía honda que nos aúna y acuna por enésima vez como niños felices en silencio.

Romeo y Julieta, basado en el homónimo de Shakespeare, es un espectáculo dirigido en lo escénico y coreográfico por Asun Noales; y por Josep Vicent, que, desde la dirección musical de ADDA.SIMFÒNICA ALICANTE, interpreta musicalmente la obra de Sergi Prokofiev, titulada igualmente Romeo y Julieta (Ballet en 4 actos Op.64).

Las artes escénicas tienen la capacidad extrema de despegarte o desenvainarte del tiempo, del lugar donde te encuentras, del aquí y ahora, y transbordarte a mundos exquisitos que solo son posibles en la imaginación del ser humano. El arte nos une. Las bellas artes escénicas nos unen universalmente, independiente del lugar o el tiempo que habitemos.

Romeo y Julieta, como las grandes obras (Don Quijote, La Ilíada, Las Meninas, La vida es sueño, El grito…), tiene ese don.

El espectáculo-concierto de danza-teatro realizado este último fin de semana en el Auditorio de la Diputación de Alicante, también.

Enhorabuena para los instrumentistas y danzantes, y para sus equipos artísticos y técnicos, que lo han hecho posible.

¡Salud y Teatro!

Paco Alberola

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