Aparentemente no ocurre nada. Dos seres triviales, que se ocupan de sus quehaceres cotidianos: el trabajo y sus aledaños, andar, sentarse, impedir que unas goteras inunden, plegar o desplegar papel, archivar cartapacios, quizás vademecums… Un hombre, una mujer, una cabeza de caballo de cartón… Un espacio vacío, amplio, con dos mesas, una silla y unas figuras de letras amables como puestas a secar… Aparentemente nada. Parecería que a veces esperan a alguien, o que deben hacer algo que ni ellos mismos saben qué es.
Mazut, de Baró d´Evel, que fue el espectáculo encargado de la inauguración oficial de la nueva edición del festival FRESCA! de artes escénicas en Casa Mediterráneo el pasado 19 de julio, se anuncia como circo-danza. Contiene bastante de teatro, porque a quienes vemos, el hombre, la mujer, son personajes, no son “los acróbatas”, no son “los danzantes”; son personajes que tratan de estar en el lugar y ejecutar, o resolver, algo que nunca será revelado, ni será jamás clarificado. Sin embargo, enganchan. Son capaces de mantener la atención con la sola presencia corporal, frente a público, y dominar hábilmente los tiempos escénicos. Es espectáculo-teatro de sensaciones, de imágenes visuales, bellas, de sonidos fortuitos, casuales, en melodía; teatro de cordiales silencios infinitos y de pausas absolutas impertérritas en medio de una nada o un vacío estoico, despojado, que no sabemos qué es, que ni siquiera intuimos.
El espacio por donde se mueven, ¿podría ser una oficina, un parque, un sótano, un ático? Un personaje que está, y otro, la mujer, que llega de fuera. Al final los dos abandonarán el lugar, sin prisa, cogidos de la mano, como si el mismo espacio que abandonan estuviera esperándoles al otro lado del telón de fondo y tuvieran que ejecutar la misma sinfonía de movimientos y acciones, una y otra vez, y otra vez… El público cambiaría, pero ellos seguirían siendo los mismos, haciendo las mismas cosas, siempre, siempre…
La cacofonía de las gotas de agua cayendo en los recipientes o en los suelos nos unifica como público, y nos hace un solo cuerpo, una sola alma y una sola emoción. Y la imagen de la ola bella, tan impresionante, gigante tsunami de papel cuarteado, ligeramente escabroso, lo inunda todo como si fuera una pared de hielo, flexible, maleable… ¿O será el velamen de un barco antiguo a la deriva sobre el que lloran lágrimas negras, canalillos en rápida huida?
La propuesta escénica Mazut, contiene momentos mágicos, de una plasticidad delicada. Y el trabajo corporal de ambos intérpretes es virtuoso, compenetrados al máximo, ejecutando cientos de figuras aéreas sin esfuerzo, en un fluir continuo, como el agua que explota en el suelo y se amansa. Gotas y personajes en dúos o en solos de movimiento licuado.
Se sale de ver un espectáculo cual es éste con la creencia y seguridad de que la sorpresa y el asombro, conceptos que acompañan desde siglos a ciertos espectáculos, se encuentran presentes, en este mes de julio, caluroso, en un festival que lidia contra el bochorno veraniego.
Mazut no es circo convencional, no es danza al uso, tiene un tanto de veneno de teatro, y es un mundo poético y sensorial desde donde (como anotan en el programa) “aportan cierta emoción resplandeciente”, deslumbrante, al que incorporan un suelo, un subsuelo y un cielo que llora para admiración y pasmo del publico espectador.
¡Enhorabuena!
¡Salud y Teatro!