La periodista, documentalista y escritora madrileña Yolanda Villaluenga se lanzó al mundo de la novela con la obra ‘Ann Arbor’ (Ed. Demipage), un relato intimista de una mujer que se busca a sí misma y en el encuentro con los otros, en un lugar remoto del medio oeste de Estados Unidos, descubre quién es. La autora procede del mundo del periodismo, donde ha trabajado como reportera para diversos medios de comunicación y revistas especializadas, guionista y directora de documentales para La 2 de TVE.
La autora, escritora a raíz de su ensayo ‘La madre imperfecta’ (Plaza&Janés), se encuentra en Alicante, donde hablará de su primera novela y ofrecerá pautas sobre la escritura el lunes 19 de febrero a las 19 h. en la librería Pynchon & Co, invitada por Casa Mediterráneo en el marco del ciclo ‘Escritores y Mediterráneo’.
Estuve viviendo un año en Ann Arbor con mi pareja, que fue a hacer un trabajo sobre una investigación de matemáticas y le acompañamos mi hija y yo. Era la primera vez que yo tenía un año para poder tomar notas, apuntar aquello que me interesara y escribir. Acababa de publicar un ensayo sobre la maternidad, ‘La madre imperfecta’; siempre había querido escribir, pero nunca tienes tiempo para dedicárselo y empecé a tomar notas de todo lo que ocurría en Ann Arbor. ¿Por qué esa ciudad? Porque ese año fui a ese sitio, que es un pequeño paraíso, el sueño americano, la ciudad con más librerías por kilómetro cuadrado de Estados Unidos, la mejor ciudad para criar a los hijos, con todas las posibilidades que puedes tener cuando tienes mucho dinero. De hecho, mi hija iba a un colegio fuera de la ciudad, con caballos, piscina,… y otro colegio situado en el centro dedicado al arte. Y un autobús la llevaba de un colegio a otro, gratis.
Cuando empecé a contar la historia de esa persona que estaba desarraigada, me pareció que la tenía que centrar allí, porque Ann Arbor es aparentemente el paraíso, te lo venden como el lugar donde puedes ser feliz, pero la realidad con la que se encuentra la protagonista de la novela es con ella misma, se encuentra con un tornado… Hay una frase del talmud que me gusta mucho: «La vida es un viaje hacia tu nombre». También hay un poema de Borges que habla de que uno va trazando líneas y al final de tu vida lo que trazas son los rasgos de tu cara, cómo somos responsables de nuestro carácter y de nuestra propia vida.
Esa ciudad además tiene el nombre de una mujer, en realidad de dos mujeres, esposas de los colonizadores de esta zona que se llamaban Ann. Esa es una teoría. Estas dos mujeres se reunían al atardecer en una zona arbolada, entre la luz y la sombra. Y me pareció bonito escoger un lugar que a la vez es un espacio y un punto de encuentro. Lo que va haciendo la protagonista es encontrarse con personas que le van permitiendo descubrir quién es ella.
La novela habla de pérdidas amorosas que conducen a la pérdida de uno mismo. Pero en esa caída al vacío, un día, algo aparentemente anodino lo cambia todo, se convierte en un punto de inflexión que impulsa a la protagonista a empezar a retomar las riendas de su vida.
Sí, eso nos pasa a todos. El proceso que va siguiendo es que en ese encuentro con los otros va descubriendo cosas hasta que hay una historia en especial que la despierta. Tarde o temprano tenemos que enfrentarnos con lo que nos da miedo.
Su relato refleja los pensamientos de la protagonista, sus dilemas, sus indecisiones… Es una forma de adentrarnos en su mente. Además, la obra tiene un ritmo muy cinematográfico, con saltos en el tiempo para contar los sucesos que la han abocado a su situación actual.
Creo que la realidad no es lineal. Cuando ves a dos personas en un café hablando sobre algo que ha ocurrido en el pasado, ¿qué es más real ese café o lo que están pensando?
Y la indecisión tiene mucho que ver con la culpa, que te impide tomar tus propias decisiones, saber lo que es bueno para ti. Estás poseído por no hacer daño a los otros, algo que es muy femenino.
Tengo entendido que vivió el 11-S en Estados Unidos.
Acabábamos de llegar a Estados Unidos. Mi pareja había alquilado en Ann Arbor un apartamento vacío, sin amueblar. Entonces, al día siguiente alquilamos un coche para ir a comprar de todo. Llegamos a los supermercados y estaba todo vacío, no había nadie. Pasábamos por la ciudad y la gente estaba en las esquinas con los predicadores de rodillas, algunos llorando, otros con biblias,… Pensamos que los americanos estaban fatal. Cuando llamamos a España, nos preguntaron alarmados que cómo estábamos, y no nos habíamos enterado de nada. Cogí la experiencia que había vivido del 11-S y la incorporé a la historia del tornado, porque me pareció que funcionaba muy bien. Juegas con la ficción y la realidad donde una cosa te sirve para la otra.
¿De dónde surge su interés por la cultura de los indios americanos?
Cuando yo era pequeña, uno de mis libros preferidos era un cuento ‘La canción de Hiawatha’, la historia de un niño indio que había intentado unir a todas las tribus, los ojibwe. Cuando volví de Ann Arbor y empecé a elaborar las historias, volví a hojear el libro y me enteré de que había vivido en Ann Arbor.
No sabía muy bien cómo ordenar todas las historias que había escrito. Antes de irme a Estados Unidos había comprado un libro que se llamaba ‘Poemas del río Wang’, del autor chino Wang Wei, que había empezado antes de irme pero al comenzarlo no me atrajo y lo dejé. El autor cuenta cómo abandona la corte y se marcha a vivir al campo. Son los veinte estados emocionales por los que pasa hasta que realmente llega a sentir que está en el lugar. Analizando esos veinte poemas decidí cómo ordenar Ann Arbor. Me sorprendió cómo un autor chino del siglo VII y un inglés del XIX te ayudan a armar una novela.
Evento:
Encuentro con la escritora Yolanda Villaluenga
Ciclo ‘Escritores y Mediterráneo’, de Casa Mediterráneo.
Librería Pynchon&Co, lunes 19 de febrero, a las 19:00 h.
Entrada libre.