Rosa Cuadrado, flanqueada por los poetas Javier Gilabert y Fernando Jaén en la presentación de su libro en Granada.

Entrevista realizada por los poetas granadinos Javier Gilabert y Fernando Jaén. 

Rosa Cuadrado (Alicante 1972), licenciada en Derecho por la Universidad de Alicante, es autora de los poemarios Sketches of New York(Frutos del Tiempo. Colección Lunara Plaquette, Cuadernos de poesía, 2020), Taxidermia (Olé Libros, 2019), Cuaderno de viaje (Avant, 2017) y del pliego Las gaviotas de Brighton (Colección Las hojas del baobab, 2022-23). Asimismo, ha participado en las antologías de poesía Hantología Inflamavle (Inflamavle, 2018), Pequeña Convocatoria de Poesía Visual, (Ediciones Babilonia, 2018), Ceuta a pie de poesía (Avant 2019), y Poéticas Mediterráneas 2020 (Bala Perdida. Poesía, 2020), entre otras.

Su obra en prosa incluye el libro de viajes En cualquier otra parte (Ediciones Menguantes, 2022, finalista de los Premios de la Crítica Literaria Valenciana en su XLII edición, 2023) y el libro ilustrado Estambul inesperado, del que es coautora junto con el pintor Jaume Marzal.

Sus poemas han sido publicados en revistas nacionales e internacionales (digitales y en formato impreso) como Diastixo (Grecia), Altazor (Chile), 21veintiúnversos (Valencia) y Revista Dos Orillas (Algeciras).

Ha colaborado en espacios radiofónicos de difusión poética como ‘La Magia de las Palabras’ (Móstoles, Madrid) y ‘Conectados en la Noche’ (Radio Aspe, Alicante). Ha formado parte de la Red de Escritoras del Mediterráneo de Casa Mediterráneo, y coordinado las Tertulias poéticas de Casa Mediterráneo.

A su paso por Granada, donde Rosa ha presentado En cualquier otra parte en la librería Inusual, la autora nos cuenta los entresijos de su singular obra.

Javier Gilabert (J.G.): Empecemos por el título, que además de ser un hermoso heptasílabo -que pienso robarte para algún poema, que lo sepas- me parece toda una declaración de intenciones. ¿Por qué lo escogiste?

Rosa Cuadrado: Efectivamente el título es una declaración de intenciones, tanto para su autor, el escritor de viajes Paul Theroux, porque para él es su fantasía de libertad, una fantasía que le llega en la infancia, ese lugar fabuloso plagado de sueños tan reales, y que muchas veces olvidamos con el paso del tiempo, como para mí, que tan identificada me siento cuando lo leo y recuerdo mi propia infancia mirando mapas y jugando a ser exploradora. Es en cierta forma, y esto creo que lo vas a entender como poeta que eres, como un acto de resistencia poética a la tiranía de la realidad estática o quizá, más que estática, circular, de rutinas y engranajes de los que cuesta tanto soltarse. Habla el título de esos momentos en que quieres estar en cualquier otra parte, por eso leemos, viajamos, soñamos, escribimos. Distintas formas de moverse del sitio, con una esencia compartida.

Rosa Cuadrado: "Todo lo que nos ha pasado y nos pasa como personas ya está escrito en los libros" en LETRAS

Fernando Jaén (F.J.): Es evidente que estamos ante un libro de viajes, original por la temática que enhebra el itinerario, pero la erudición que demuestras en sus páginas lo convierte a la vez en un pequeño ensayo. Me recuerda a otros libros de viajes que eran mucho más de lo que parecían ser como Viaje a la Alcarria, de Camilo José Cela, Campos de Níjar, de Goytisolo, Viaje a Portugal, de Saramago, Gargoris y Habidis, de Sánchez Dragó, Ecuador, de Henry Michaux o casi cualquiera de los de Javier Reverte. ¿Cómo ha sido el proceso de documentación?

Agradecida por tales comparaciones, ojalá, ¡qué honor! Pero sí, lo cierto es que mi deseo al escribirlo fue que consistiera en algo más que una guía de viajes —sin desmerecerlas—. Quería que los capítulos fueran abriendo puertas para incitar también al lector a investigar por su cuenta. El proceso de documentación es variado y laborioso. Lo cierto es que un ensayo de este tipo lleva más tiempo de lo que quizá la gente puede pensar cuando se habla de literatura de viaje. Por una parte, la información la recojo sobre el terreno, con lo que veo, visito, por la gente con la que hablo, reflexiono, pero luego está la otra parte, la de las lecturas sobre cada ciudad o temática (literatura sobre la ciudad, libros de los autores nativos, artículos especializados, etc.) que me sirven de apoyo en los datos, en la conformación de la imagen de cada lugar de una forma más general y a la vez más detallada. Aunque soy siempre consciente de que son pinceladas, bocetos o apuntes, porque cada ciudad es una realidad inconmensurable.

J.G.: Decenas de países, de ciudades y de librerías visitados. ¿Con cuál te quedarías de cada y por qué?

Bueno, yo en estas cuestiones soy más de poliamor [risas], me es difícil decantarme por una sola en muchas ocasiones, y son unos cuantos países… Pero por poner algún ejemplo, y de librerías muy dispares: en París por supuesto que me quedo con Shakespeare and Co., porque tiene una historia tan bonita y especial que es prácticamente imposible desasirse de ella. Además por dentro es también maravillosa. En Holanda, a pesar de que había varias preciosas, me quedo con la de Nimega porque, como cuento en el libro, era mi lugar para tomar café, leer, escribir y pensar en soledad en una etapa complicada de mi vida. Era mi rincón de pensar, no como castigo, sino como refugio. A veces el afecto a la librería no tiene que ver con cómo es o con el fondo que tiene de libros, sino con tu vivencia en ellas.

F.J: Tu libro es una carta de amor a Europa. De todas las ciudades que mencionas veo un especial cariño por Viena, París y Londres. ¿Hay algún país en el que hayas percibido un especial amor por los libros?

Por fortuna he presenciado ese amor en todos los lugares que he visitado. Quizá desde siempre he visto en Londres un especial apego a la lectura, en las librerías siempre hay gente, en el metro se va leyendo, creo que los británicos son una “raza” muy lectora y literaria. En Turquía también se lee muchísimo y hay una gran reverencia a la cultura de los libros.

J.G.: Una curiosidad: ¿En qué ciudad europea hay más librerías? ¿Para cuándo la “versión española”? ¿Da nuestro país para un libro así?

En Londres, como he comentado, hay muchísimas librerías, debe de ser en la que más. La versión española… Nada es descartable. Claro que daría para un libro, y para muchos. Hace poco he publicado en “La Soga Revista Cultural Digital” un artículo sobre una ruta libresca por Asturias. Ahí hablo de varias de ellas. Por suerte en cada ciudad española podemos presumir de librerías fabulosas (antiguas, modernas, enormes y más chiquitas, generales o especializadas, y hasta de una villa entera, como la de Urueña). De hecho en esta semana voy a tener la suerte de estar en varias de ellas.

F.J.: En tu libro hay librerías ideales para el encuentro humano, con la Shakespeare and Co. de París, tan especial que incluso Richard Linklater la saca en “Antes del atardecer”, la segunda película de su trilogía amorosa. ¿Qué tienen las librerías que las convierte en lugares tan especiales? ¿Son las librerías un buen lugar para encontrar el amor?

Las librerías tienen magia. Un lugar con libros siempre emociona, es una invitación a algo tan sencillo como portentoso: la lectura. Pero no solo a eso, también a encuentros con autores, artistas, emprendedores culturales y otros lectores que comparten algo contigo, que puede ser solo el común interés por los libros, o quizá algo más… Claro que es un buen lugar para encontrar el amor, uno de los mejores, «¿No es verdad ángel de amor…?».

J.G.: Uno de los primeros recuerdos de mi infancia está ligado a una vieja librería, no muy lejos de ésta, y que cerró hace muchos años. Me llevó mi padre y el librero me regaló un ejemplar de “El pájaro verde”, de Juan Galera. ¿En qué momento te das cuenta de la importancia que estos espacios tienen para ti?

En el momento en que decido escribir sobre ellas. Quiero decir, como algo realmente consciente. Me veo yendo allí desde siempre, en cada uno de mis recorridos vitales, y un buen día siento la necesidad y el deseo de escribir sobre ellas, porque han estado ligadas a mi vida de manera importante de una forma o de otra, porque he experimentado sensaciones muy intensas, y pienso que también le ha pasado a tantas otras personas. Que las librerías forman parte de nuestro paisaje y nuestra historia personal y social, y que no nos pueden faltar nunca. En ese momento se produce la plena conciencia.

F.J.: Cada librería tiene su alma. Y su colección. El edificio, pero también la distribución de los libros crea un ambiente que te envuelve.  ¿Qué es lo más curioso que te has encontrado en ese sentido?

Las más curiosas para mí son normalmente las de segunda mano y anticuario, porque suelen ser un verdadero viaje en el tiempo. Muchas de ellas, además, no solamente disponen de libros, sino de fotos, objetos, cartas, mapas… Es como encontrar un antiguo tesoro escondido. Si ya nos parece asombroso toparnos con nuestra propia historia pasada cuando miramos los cajones y armarios de nuestros padres y abuelos, cuánto más cuando tenemos al alcance tantos fragmentos de otras vidas y generaciones, autores ya desconocidos, papeles y texturas que ya han desaparecido… Y te confieso con un guiño que me guardo algunas cosas para contarlas en el próximo libro.

J.G.: También has transitado por librerías especializadas en distintos géneros literarios o temáticas. De hecho lo mencionas en varias ocasiones en el libro. Cuenta, cuenta…

Sí, cuando buceas en las librerías te das cuenta de lo variopinto, y eso también me gusta destacarlo, que no solo está la división entre primera mano y segunda mano u ocasión, que tienes las de cómics, las de los museos, que son grandes olvidadas muchas veces como librerías porque es un apartado de sus productos, pero cuentan en no pocas ocasiones con ejemplares magníficos; las especializadas en libros de arte, las de viajes, etc. Las librerías son universos, hay mucho para explorar y descubrir.

F.J.: Siempre he pensado que una buena librera, un buen librero —como es el caso de nuestros anfitriones hoy— es un ser que está hecho de otra pasta. Yo tengo un especial cariño a alguno de ellos. Háblanos de alguno de los que has conocido y se menciona, también, en estas páginas.

Sí, cuando hablas con algunos libreros en particular te das cuenta de que son personas muy especiales, entusiastas y entregados; la librería suele ser una mezcolanza de comercio y utopía. Entre aquellos con los que he tenido la oportunidad de conversar está por ejemplo la librera de Aegiis, en Atenas, que dejó su anterior trabajo como veterinaria porque sabía que su misión era ser librera, pero además de una librería especializada en griego antiguo, porque vio que se perdía el conocimiento y uso del mismo y pensó que debía hacer algo al respecto. O como mencioné antes, el Tío Turgut de Ankara, que pasaba los días en su pequeño puesto del parque leyendo y aconsejando a quien se acercaba a él, porque era un sabio cercano y afable. O la propia Sylvia Beach, que se lanzó a publicar el Ulises de Joyce cuando nadie se atrevió a ello. Son gente valiente, inspiradora.

J.G.: No quiero que se me pase preguntarte sobre las beguinas de los beateríos de Bruselas. Nuestro querido Juan Carlos Friebe, gran amigo y poeta, trata en su último poemario, ‘Enseñando a nadar a la mujer casada’ el martirio de Margarita Porete, quemada viva por verter en lengua vernácula su comunión personal con Dios. ¿Qué relación tienen estas valientes mujeres con las librerías?

La historia de las beguinas me parece fascinante, aunque aquí esté mencionada muy de pasada. Fueron mujeres muy cultas que decidieron organizarse para vivir en comunidad y libres e independientes a su manera nada menos que en el siglo XII-XIII. Muchas de ellas habían sido educadas en las órdenes benedictinas y tenían un gran desarrollo de la escritura en lengua propia diferente del latín, como bien dices. Hubo grandes poetas entre ellas, como Hadewijch de Amberes, y por todo ello se las terminó viendo por la autoridad eclesiástica como una amenaza y acabaron acusándolas de herejía. Algunas de ellas, es el caso de Porete, fueron quemadas en la hoguera. Más que con las librerías, como tales, tienen que ver con el saber, con el trabajo en pos de la lengua y la literatura en forma más “modernizada” y accesible, con la creación de bellísimas obras que ahora, por suerte, podemos encontrar en las librerías para disfrutar de ellas. Ese es también nuestro homenaje, nuestra forma de agradecerles el coraje que tuvieron.

F.J.: Septiembre de 1944. El mariscal de campo británico Sir Bernard Law Montgomery al mando de las fuerzas aliadas pone en marcha la Operación “Market Garden” cuyo objetivo táctico era capturar una serie de puentes sobre los principales ríos de los Países Bajos bajo ocupación alemana. Me encantaría que nos contaras cómo acabas relacionando este hito militar con la hermosa metáfora de la literatura como puente.

Pues verás, Fernando, los meses que pasé en Holanda, en una ciudad que había sido prácticamente devastada en la guerra (Nimega), al igual que su vecina Arnhem, me hizo interesarme por aquel episodio menos conocido que otros de la contienda. Cruzaba esos puentes constantemente, imaginándome lo que sería todo aquello bajo el asedio de las bombas y ataques, con los combatientes en aquel río brumoso a merced de la muerte. La literatura siempre me ha parecido un puente salvador, un camino que se nos da a través de los libros o de forma oral, y que nos lleva a otro lado, a esa “cualquier otra parte”, donde nos sentimos menos solos, nos acercamos a los otros, o nos evadimos, si es que no nos gusta lo que vemos de cerca. Nos permite conocer el paisaje desde otra perspectiva, nos permite avanzar. La destrucción de aquellos puentes me hacía pensar en lo que sería nuestra vida sin esas otras construcciones de palabras, ¡qué desolación!, y también me parecía una metáfora de la memoria. De la escritura y la lectura como forma de acceder a historias y personas para rescatarlas del olvido.

J.G.: También se describen en tu libro las “villas literarias”, como es el caso de Hampstead, todas ellas forjadas en siglos pasados. ¿Se dan, en tu opinión, las circunstancias adecuadas en la actualidad para que se produzcan fenómenos similares?

La verdad es que creo que ahora se dan más fácilmente las “villas artísticas” que las literarias, y que esa época dorada de la literatura que se fraguó en la primera mitad del siglo XX seguramente sea difícil reproducirla en estos momentos, pero claro que podrían darse las circunstancias, porque al final somos nosotros quienes las propiciamos, si queremos. Nosotros creamos las realidades. Puede que Bloomsbury sea irrepetible, o el Barrio de las Letras tal y como lo fue en el Siglo de Oro español, pero con los escritores que hay actualmente se pueden hasta colonizar planetas enteros [risas].

F.J.: Las librerías han sido lugar de encuentro de escritores y a veces han sido auténticas canteras de escritoras y escritores, de corrientes literarias, como parece ser, por ejemplo, el caso de George Orwell en Booklover’s Corner. ¿Qué nos puedes decir de este fenómeno? ¿Hay algo parecido en Alicante y la librería 80 mundos?

80 Mundos tiene la suerte de contar con dos estupendas libreras que son también unas escritoras excelentes, Carmen Juan y Sara J. Trigueros. Ellas impulsan además, desde hace tiempo, en la sede de la librería, encuentros, presentaciones y recitales de poesía que han calado en el ambiente literario y ciudadano de Alicante, y ya son clásicos en el panorama cultural de la ciudad. Todo ello crea una atmósfera propicia y afín al surgimiento de nuevos talentos y afianzamiento de los ya iniciados. Puede decirse que, en cierto modo, las librerías son lugares de iniciación y en los que puedes realizar estos rituales literarios, que lo cierto es que son importantes en el camino de los creadores. Compartir es un acto sano y bello, y las librerías son un escenario perfecto, también en Alicante.

J.G.: Como apuntas en En cualquier otra parte, existen librerías de lo más peculiar y extraño. ¿Se lleva la londinense “Skoob” la palma?

[Muchas risas] “Skoob” tiene muchos puntos, aunque las hay más tortuosas, como algunas de Ankara, en los numerosos pasajes subterráneos que tiene. También existe una en Lisboa en la que solo cabía una persona a la vez, de lo minúscula (4 metros cuadrados y más de 3000 libros). En Londres hay otras curiosas, como un barco en el río…

J.G.: Cuando pienso en el lugar que más me ha impactado en relación con los libros me viene a la cabeza la biblioteca del Trinity College en Dublín, “The long room”. ¿Cuál es el tuyo?

Sí, coincido contigo, el Trinity, sin duda, y mira que las hay imponentes, como la Vaticana o la Nacional de Viena, pero la de Dublín es única; hay algo sobrenatural en ella.

F.J.: Cine, poesía, historia, arquitectura… Tu libro traza puentes con distintas realidades. Creo que la arquitectura de las ciudades que nos muestras en él condicionan de algún modo la forma de vivir en ellas.   ¿Cómo sería una ciudad que estuviera vertebrada en torno a librerías? ¿Utopía?

Rosa Cuadrado: "Todo lo que nos ha pasado y nos pasa como personas ya está escrito en los libros" en LETRAS
Rosa Cuadrado

Me parece una idea a copiar y desarrollar, sería fabuloso, ¿no? En cierta forma este libro es eso. Europa es como una gran ciudad y esta ruta está vertebrada a lo largo de ellas. A partir de cada una hay numerosas sendas para ir descubriendo lo que hay dentro y a su alrededor. Pero volviendo a la escala pequeña, es una utopía factible. En cada barrio al menos una librería, con eso habríamos fomentado un crecimiento en positivo de los espacios urbanos, y lo mismo para los espacios rurales (en cada pueblo o aldea, al menos, una).

J.G.: En ocasiones, las editoriales abren sus propias librerías para vender sus creaciones. Es el caso, por ejemplo y por alusiones a mi vena poética, de la madrileña Hiperión. También mencionas alguna de este tipo en tu libro, ¿verdad?

Sí, y a la inversa, como Taschen que es un buen ejemplo, pero hay muchas. Bertrand es también editorial, Mondadori… En Turquía hay también muchos ejemplos. A veces es un paso natural, de editorial a librería o de librería a editorial. Y al final todo es complementario. 

F.J.: Este hermoso viaje a través de los libros y de las librerías que comenzó en París llega a su fin en Atenas. ¿Qué criterio has seguido a la hora de organizar el itinerario? ¿Qué nos ofrecerás en su continuación?

El libro tenía que empezar en París porque es una ciudad con la que tengo un gran vínculo sentimental por mi familia, y me pasa también especialmente con Londres. En general, con todas las ciudades que aparecen en el libro me une algo especial. La ruta debía terminar en Atenas porque, como dice el título, es el fin del viaje, el retorno de Ulises, y uno de nuestros máximos referentes como cuna del conocimiento. En un próximo libro (ojalá) habrá más ciudades…  Y mantengo el misterio.

J.G.: Cuando leas el libro inédito que acabo de terminar, comprenderás que tenía que hacerte esta pregunta: ¿existe una librería con árbol dentro?

Sí, claro, allí está para quien quiera verlo. ¿Y ese libro tuyo, cuándo lo veremos? [Risas].

Fernando: En tu prólogo, precioso, como el resto del libro, nos lanzas una pregunta que ahora te formulo yo: “¿Está nuestro destino escrito ya por otros en los libros?

Hace unos días leía un ensayo precioso de Irene Vallejo sobre la lectura (el Manifiesto por la lectura), y es que es cierto que, en lo esencial, todo lo que nos ha pasado y nos pasa como personas ya está escrito en los libros. Por eso podemos encontrar en ellos consuelo, respuestas, interrogantes, venganzas, ilusiones… Posiblemente también están escritas las opciones de nuestro destino, pero hay que elegir cuál de los finales queremos de entre todos los posibles. Esa es nuestra responsabilidad, y nuestra suerte.

J.G. En un determinado momento defines los libros como “pequeñas promesas de felicidad”. Sin duda, el tuyo cumple este axioma. Muchas gracias por él, por esta charla tan estupenda y por permitirnos, por un ratito, formar parte de tu viaje.

Gracias a vosotros por acompañarme tan generosamente.

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