Por María del Consuelo Giner Tormo

El libro «Entre el asfalto», de Juan Antonio Urbano se puede calificar dentro del género de poesía lírica; a pesar de tratar temas, a veces, duros, como la soledad que se puede sentir aún en medio de una ciudad totalmente poblada, la suciedad, el miedo…, pero, en definitiva, deshumanizada; sin embargo, están tratados con gran belleza y maestría, convirtiéndose en un mago de la palabra, expresando el sentimiento profundo de lo inexpresable con abundantes figuras estilísticas, poniendo en cada poema mucho más de lo que en él existe al mismo tiempo que demuestra una amplia cultura, haciendo referencia a escritores y otros.

El libro consta de cuatro partes, todas vinculadas a “la ciudad”, a una ciudad con playa, bañada en el Mar Mediterráneo, deleitando, al mismo tiempo que enseñando, pues, aunque no pretende aleccionar, sí que, con sus magníficos versos, invita a reflexionar y a tomar las decisiones pertinentes sobre la humanidad que, a pesar de vivir en comunidad, está insensibilizada, desidiosa, e invitando a que reaccionemos ipso facto.

La primera parte se titula “Reflejos de ciudad”, es la más larga, con 35 poemas, donde va describiendo con gran ingenio las diferentes circunstancias anímicas con las que te puedes encontrar en una ciudad, como el poema Me duelen sus voces: “…/siembra luces la noche/… /Y me duelen sus voces/ pero no de dolor,/…” En todos ellos, con sutil y perfecto manejo de la palabra, consigue sumergirnos en el papel, como si fuéramos los protagonistas del libro, sintiendo en nuestras carnes, en nuestro corazón, todo aquello que dice, con esas metáforas, acertadas comparaciones, y otras figuras, haciendo reír o llorar a nuestras almas, al mismo tiempo que habla la suya. 

La segunda, titulada “Otra ciudad, otras ciudades”, donde “las paredes de la ciudad se abren”…/ El bolígrafo dirige la orquesta/ del mundo de las letras…/”, consta de 7 poesías, con un sabor amargo y triste, en su mayoría, pero reflejado con una mirada de visionario, de un artista cargado de experiencia, donde, finalmente, se llega a la conclusión de que todas las ciudades se van repitiendo, en todas ellas encontrarás las mismas cosas; parques, árboles ancestrales y, en definitiva, “el desierto”.

La tercera, “Epitafios para una ciudad” tiene 4 poemas; el título de este apartado habla por sí solo. Nos dice, por ejemplo: / “… Busco el oxígeno/entre los barrotes del aire/que corre…”, ¡qué preciosa apreciación, a pesar del dolor que desprende! Y, al final Ya no hay ciudad: “/… sólo quedan entrañas;/ remordimientos”. 

La cuarta y última parte se titula “En Esencia”, a modo de epílogo, con 4 poesías más, donde utiliza personificaciones, al comparar la ciudad con las personas, pues, al igual que ellas, tiene la “piel marcada de grietas /—arrugas de la historia—/… Ciudad viva, sangre joven,” /… 

Todos los poemas están escritos en versificación libre, buscando un equilibrio entre la luz de su cuerpo, su mente y su alma, con las alas que le llevan a reclamar amor, otorgando pureza, para elevar el ser humano hacia cotas más altas, en busca de la felicidad. El último poema del libro, titulado “Esencia”, leemos: “/… Romper, romper los lazos/ que subliman el presente. / Mujer y hombre/hombre y mujer.”

Urbano me ha recordado, en algunos momentos al padre del verso libre, Walt Whitman, con su poemario Hojas de hierba, en prosa poética, pero este poemario que hoy nos ocupa, Entre el asfalto, está escrito en verso lírico todo él, con algunas figuras surrealistas de gran belleza. Y es que, tal y como dijo, el también poeta surrealista, García Lorca: “La expresión poética es un misterio indescifrable, como el misterio del nacimiento del hombre. Se oyen voces no se sabe de dónde, y es inútil preocuparse de dónde vienen”. En éste se cumple lo que dijera Cervantes: “La poesía es amiga de la soledad, las fuentes la entretienen, …, y finalmente deleita y enseña a cuantos con ella comunican”, añadiendo que, en definitiva, Urbano asciende a la verdad y nos deja con la idea esperanzadora de que siempre serán los protagonistas “Mujer y hombre, hombre y mujer”. 

El autor se convierte en filósofo de la palabra, para hacernos comprender que el hombre se puede “sentir solo” en medio de una ciudad, donde le vienen impuestas las reglas, desde fuera, sobreañadiéndolas a su propia naturaleza tal y como dijera Durkheim en Las reglas del método sociológico y otros escritos.

En definitiva, pienso que con este libro el lector no se quedará indiferente, sino que le obligará a reaccionar para comprenderse a sí mismo.

No quiero terminar sin hacer referencia a la portada, que se corresponde con el cuadro al óleo sobre lienzo de Ramón Palmeral, “La Rambla”, de 2007, tan adecuado para este libro, puesto que se trata de una de las calles más representativas de la ciudad de Alicante, la Rambla de Méndez Núñez, con una perspectiva preciosa, en color. 

María del Consuelo Giner Tormo
Presidenta de “Espejo de Alicante”
Doctora en Filosofía

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