Los textos que llamamos universales se caracterizan esencialmente porque siendo populares pertenecen a la humanidad; también porque se puede platicar sobre ellos y porque de esos mismos textos, por su particular construcción, se pueden realizar diversas y diferentes recreaciones, adaptándolos, mostrando aspectos ocultos, olvidados, supuestos o probables. Así ocurre con textos de autores como Shakespeare, Calderón, Lope, Zorrilla, Molière y otros. Como consecuencia de ello, a veces, en una misma temporada teatral nos encontramos con diversas versiones de una misma obra, como sucedió la pasada temporada de 2023, en que pudimos disfrutar de tres versiones de la universal Celestina de Fernando de Rojas. También otros autores, como Cervantes, Rojas Zorrilla o Tirso se suelen representar en todo tiempo, así como los dichos. Entre los extranjeros clásicos abunda la obra de Shakespeare, siempre, y con cierta frecuencia la de Molière. De él hemos visto recientemente El avaro, Tartufo, Las mujeres sabias, El enfermo imaginario…
Hace poco vimos el estreno de Las preciosas ridículas, dirigida por Marcos Altuve, que nos comentó: «Esta obra de Moliere sigue siendo una pieza relevante en la sociedad actual; (…) convertida en icono, invita a reflexionar sobre cuestiones contemporáneas y universales, al tiempo que muestra que el teatro clásico puede seguir siendo una fuente de inspiración y debate en la sociedad actual».
La obra, escrita a mediados del siglo XVII, nos presenta un cuadro de personajes que navegan en la superficialidad, preocupados por la “ornamentación” del propio cuerpo. Desde ahí, la joven Cía. de Teatro Arroz con costra, ha construido un puente de conexión entre aquella época y la nuestra. Lo hacen desde un código rayano con la comedia burlesca, rayano con la comedia de figurón: los personajes son caricaturas de sí mismos, envueltos por aderezos y vestuario en el que las pelucas, cintas, apliques, bordados, postizos, lienzos y paños, gruñen o rugen, estridentes, potenciando la propia ridiculez de su parafernalia exquisita.
Personajes barrocos envueltos en el discurso de las nuevas tecnologías, que, móvil en mano, disparan wasaps, hashtag y un sin fin de términos foscos que inundan de palabrería fácil el espacio escénico en el que se busca la complicidad del espectador conocedor de esas nuevas tecnologías, provocando la risa.
La propuesta es un juguete próximo a la farsa en la que los personajes, exquisitos en su diseño, se mueven como por encima de la cotidianidad, preocupados tan solo de ser figuras excelsas, casi divinas, que pretenden ser adoradas por sus congéneres. En su superficialidad se emplean y afanan en pasar el rato. La puesta en escena respira en un juego en el que los interpretes están impregnados de una expresividad gestual abultada en sí misma, desarrollando una sintonía especial que engloba al espectador haciéndole respirar, reírse, suspirar o enmudecer como una piedra.
«Es una oportunidad para explorar la intersección entre el pasado y el presente, y para celebrar la atemporalidad de las grandes obras teatrales, añade su director. Hay razones importantes que han facilitado trasladarla a nuestro tiempo, siglo XXI, tiempo de la llamada era digital en donde las redes sociales afectan tanto la vida y las relaciones sociales de personas, muchas veces obsesionadas por la imagen pública, necesitadas de la validación en línea, inmersas en una tormenta de superficialidad que a menudo acompaña las plataformas digitales», según nos comenta Marcos Altuve, responsable también de la puesta en escena y de la versión textual.
El ocio y divertimento en el teatro de los siglos XVII español, francés o inglés, es un aspecto que cabe destacar en los textos teatrales que en su día escribieron autores como los citados anteriormente. En ellos, el entretenimiento -fiestas de toros, timbas de cartas, juegos de cañas o pelota, lecciones de esgrima, batallas fingidas y otras-, son algunas de las distracciones que hallamos en el teatro escrito en esos años. El componente entretenimiento es algo consustancial a los personajes, que, normalmente en clave de comedia, desarrollan estas y otras ocupaciones, digamos de esparcimiento y distracción.
No ocurre así en Las preciosas ridículas, que trata de mostrarnos, desde un lenguaje refinado, un nuevo modo de nombrar las cosas, exageradamente. En la obra se ridiculiza a una ociosa clase social, aburrida, que se oculta tras el boato de la palabrería sin sentido. Sus protagonistas son doncellas, damas o galanes fingidos, todos bonitos, repipis, presumidos, afectados, pretenciosos, casi sublimes, al borde del histerismo, que se afanan en creer ser reinas del mundo, cuando en realidad serán reinas de lo vacuo, de lo trivial, de lo frívolo.
Recientemente estrenada, Las preciosas ridículas estará el próximo mes de julio en el Festival de Teatro Clásico y Contemporáneo CLASICOFF de Madrid, posteriormente en la comunidad de Castilla La Mancha y en Galicia. Fuera de España existe el compromiso de llevarla a países como México o República Dominicana dentro de los particulares festivales internacionales iberoamericanos. La obra, en su producción y puesta en escena, ha contado con el apoyo del Ayuntamiento de Elche dentro del programa de ayudas a la producción 2023. ¡Disfrútenla!
¡Salud y Teatro!
Paco Alberola