Carlos Hipólito, intérprete de ‘Oceanía'

Ayer vimos en el Teatro Principal de Alicante un gran espectáculo. En todos los sentidos. Desde la interpretación, desde el texto, desde la puesta en escena. Los espectadores, prendidos, nos dejamos seducir por el buen hacer de Carlos Hipólito, uno de nuestros grandes intérpretes, en un ejercicio monologal de gran altura. El impecable trabajo fue correspondido con un prolongado aplauso como reconocimiento por su interpretación dando vida al texto “Oceanía», de Gerardo Vera, exdirector del Centro Dramático Nacional, escenógrafo, hombre de teatro.

Nos sorprendió gratamente el texto, en el que el autor nos refiere un viaje vital particular, nada extraordinario, autobiográfico, que comienza a mediados del siglo pasado. No es la historia de un Ulises y sus magníficas aventuras, ni la de un Juan Sebastián El Cano, descubriendo mundos, ni siquiera es la de un Quijote, en busca de aventuras; es casi una historia anónima plena de acciones cotidianas en la que el protagonista podría ser cualesquiera de los asistentes a la representación. No hay héroe ni grandezas de héroe sobre el escenario; hay un personaje que exterioriza su vida e intenta descubrir cuál es su tarea y oficio en el que mejor desarrollarse. Más allá de ideologías o posiciones políticas. No hay esplendor de héroe en el protagonista; sí nobleza y soberanía.

Esta escenografía casi etérea, sencilla, simple, favorece la interpretación del actor y su caracterización.

¿Podríamos decir que la escenografía de “Oceanía» es minimalista? Una pantalla al fondo que nuestra imágenes sugerentes, informativas o emocionales…; una mesa de trabajo, un sillón de descanso, una silla, una mesa de comedor…, apenas nada, la maleta, una estría de luces… y una papelera, que, muy sutilmente, podría ser el reloj oculto que marca los tiempos de la narración: metrónomo y recipiente en el que se van amontonando los pañuelos de papel usados que el narrador-protagonista va dejando caer tras secarse el sudor o las lágrimas, creando un efecto fantástico, como si de un extraño reloj de arena –de papel- se tratara. Esta escenografía casi etérea, sencilla, simple, favorece la interpretación del actor y su caracterización –camisa, pantalón, zapatos, en oscuro-, remembranza de las profundas, quizás lejanas, “oceanías” a las que el protagonista anhela viajar, cartografía o mapa suficiente para crear y recrear los espacios por el que los personajes evolucionan. 

En cuanto a la interpretación y puesta en escena –dos áreas distintas, pero no distantes- se diluyen una en la otra apoyándose y reforzando como machón que sujeta un muro, apuntalando, con gran maestría, una limpia puesta en escena y una inmaculada interpretación. Esta se desarrolla teniendo por guía –así lo veo yo- una partitura rítmica, sonora y gestual de línea doble. Por una de esas líneas se mueve el narrador, que se dirige al público, que enfatiza talantes o conductas, que a veces deja ver una cierta opinión sobre lo que nos está contando, o que, en clara connivencia con el público, regala un guiño cómplice, o una pausa necesaria o una carcajada inteligente.

Por la otra línea, la línea de la interpretación –línea pura- se encuentra el personaje, Gerardo, autor del texto, y también los otros muchos que Carlos Hipólito nos va mostrando con destreza y maestría: Francisca la criada, la tía de voz cavernosa, el primo, la madre, Gonzalo, etc., y sobre todo el padre –personaje central en la dinámica escénica de Oceanía–, que conformará el verdadero viaje que realiza el protagonista. De él destacamos el monólogo en la clínica, convaleciente, un monólogo dentro de otro, verdadera pericia y recurso de actor. 

Para finalizar, destacaría algunos aspectos de la agraciada interpretación de Hipólito, como el excelente control de los tiempos en escena o cómo fluye de una línea interpretativa a la otra, o cómo construye cada personaje con apenas nada –un guiño, una mueca, un registro sonoro más agudo o grave en la voz, un cambio en el ritmo, una pausa…-, apoyándose en un cambio de dirección visual, o un escorzo o un dar la espalda simplemente… Su registro, registro de maestro, es múltiple, proyectando claramente cada una de las imágenes que desde el texto se sugieren, con apenas un gesto, un sonido, un silencio… haciendo muy fácil de seguir esta propuesta escénica en la que “la realidad (en absoluto) estropea los sueños”.

¡Salud y Teatro!

Paco Alberola

Nota:
Gerardo Vera también fue –era- escenógrafo. Coincidimos en 1982 en el XIX Festival de Ópera de Madrid, en el montaje que hizo Pilar Miró de “Carmen», de Bizet, en el Teatro de la Zarzuela, con José Carreras, y en el que yo interpretaba un papel de reparto. Gerardo compuso escenografía, figurines, vestuario… Cito esto porque allí le conocí. 

Debo confesar que la escenografía de “Oceanía» guarda un secreto, no sé si casual o buscado, que la acerca a la que Gerardo realizó en “Carmen», de Bizet, puesta en escena por Pilar Miró en 1982 en Madrid, montaje en el que él se ocupó de la escenografía, vestuario… Entre los diversos materiales y útiles que la conformaban destacaba de modo llamativo, por su color, un cesto de exultantes naranjas, que desde la línea de visión del espectador ponía un punto de luz atractivo a la mirada; algo parecido he creído ver en la escenografía de anoche, en la que la maleta, al fondo, destaca hábilmente por su color salmón o rosáceo contra todos los oscuros y grises azulados intensos con que ha sido vestido el espacio escénico. Probable que sea casualidad (?).

 

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Actor, director de escena, docente y autor. Doctor por la Universidad de Murcia. Ex profesor de la Escuela Superior de Arte Dramático de Murcia. Ex director artístico del Festival Medieval de Teatro y Música Medieval de Elche.

1 COMENTARIO

  1. Gracias por la crítica, una reseña que recoge con precisión y maestría lo vivido por los espectadores que tuvimos la suerte de asistir a la representación,. Carlos Hipólito, inmenso, grande, inconmensurable, en ese viaje lleno de emociones y sentimientos. Y al final, tras asistir a una representación que el buen aficionado al teatro sabe que le acompañará siempre en su memoria, y con el poso en la mente y corazón de todo lo sentido, una crítica profesional y trabajada. Gracias repito. Y Salud y Teatro.

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