Cuando a mediados del siglo XVI Lope de Rueda recorre la península ibérica mostrando su especial arte de representar y hacer teatro, está dibujando un formato escénico procedente de siglos atrás, que, en la Italia del Renacimiento, se le conocerá con el nombre de «Comedia del Arte», una disciplina y un modo de construcción espectacular innovador y contemporáneo en su tiempo. Una de las características que la define, aparte los tipos, las máscaras, los textos improvisados, etc., es que, en las representaciones, en los distintos lugares que visitan, integran hechos o anécdotas de ese tiempo y ese lugar, conocidas por los espectadores, con lo que, sin ser conscientes, se producía un hermanamiento muy sutil entre comediantes y público. Algo de esto es lo que ocurre en la representación de Hoy puede ser mi gran noche, que la Cía. Teatro en Vilo, integra en esta propuesta teatral, enriqueciéndola con elementos particulares de nuestro presente inmediato.

En escena son tan solo dos intérpretes –ñaque, llama a este tipo de agrupación Agustín de Rojas, en su Viaje entretenido-, que se dicen hermanas, la pequeña que hace las veces del músico intérprete al teclado, y la mayor, una polvorilla, saltimbanqui que arrasa el lugar con su excelente juego corporal, exquisitamente expresivo, gestualidad precisa que recuerda en ocasiones a personajes de los grabados y pinturas de Jacques Callot, tan particularmente viscerales, tan llenos de vida. Ambas comediantes recrean una historia, que llaman familiar, pretexto, que no excusa, para conducirnos por todo un catálogo de anécdotas personales, ambientales, sociales, joviales, entretenidas, algunas con una pizca de amargura, como la vida misma.

En cuanto al formato del espectáculo se podría decir que es casi un monólogo de la protagonista, la hermana mayor, apoyada a veces por el partener, la hermana pequeña, que le da la réplica, responde a sus preguntas -con apenas un monosílabo-, se presta a ser disfrazada -careta de cerdo, o la figura de Monserrat Caballé…-; ella será la que durante toda la representación se adjudique un personaje cuyo rol es ser espejo de la protagonista, que buscará su mirada y su rostro como apoyo o confirmación  a su  “insegura y perpleja” elocución.

Ambas forman un tándem que recuerda lo que antaño fueron las orquestas de pueblo que viajaban por las villas, aldeas y localidades menores, en los veranos, amenizando fiestas populares, y acudiendo a veces, a la llamada de la BBC -bodas, bautizos y comuniones-, cargando apenas con una maleta, un teclado, un par de pelucas, un peluche -personaje llamado Juan Pardo, un mono moreno-, un telón de fondo con tiras brillantes y poco más. El resto, tanto entonces como ahora era -es- dominio y control de las capacidades y habilidades interpretativas, como son la voz, los recursos sonoros, la entrenada expresividad gestual y corporal, el dominio del espacio y control de los tiempos, los ritmos, las pausas, la integración de los objetos cercano a los títeres, el uso escénico de la máscara o la careta, o la integración del público en el espectáculo desde la primera aparición en escena. Parece teatro fácil. Pero sólo lo parece. Es un teatro de recursos en el que hasta se debe cantar, a veces muy bien, a veces muy mal y en ambos casos hay que hacerlo muy bien. ¡Es la paradoja del teatro!

Hoy puede ser mi gran noche es teatro contemporáneo, aquel que se escribe y representa en su tiempo, utilizando los medios técnicos actuales, que muestra un texto que habla de lo inmediato coyuntural, social, que busca mostrar las contradicciones, muchas veces absurdas, de los ciudadanos de este primer cuarto de siglo tan abrupto y vergonzoso. Este exquisito trabajo, junto a otros, ponen un punto de luz, tan necesario, en estos imprecisos tiempos.

¡Salud y TEATRO!

Paco Alberola

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Actor, director de escena, docente y autor. Doctor por la Universidad de Murcia. Ex profesor de la Escuela Superior de Arte Dramático de Murcia. Ex director artístico del Festival Medieval de Teatro y Música Medieval de Elche.

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