Proliferan en el estío desde hace décadas. No hay ciudad o población que se precie, que no monte su particular festival de teatro. Son, a veces, un cajón de sastre en el que podemos encontrar de todo; y de todo quiere decir teatro clásico, contemporáneo, circo, performance, recitales, textos originales, recreaciones o revisiones, formato familiar o adulto, tragedia, comedia, teatro de títeres, de objetos, musical, de texto, gestual, dramaturgias narrativas, poemas escenificados, adaptaciones de cuentos, danza-teatro, conciertos, proyecciones, talleres, charlas, encuentros, etcétera. Forman un complejo mapa nacional moteado, en el que no resulta fácil discernir qué ver o a dónde acudir y en qué espectáculos o eventos invertir nuestra aporreada economía. Optar por alguno de los numerosos festivales de teatro es una buena inversión temporal, pues se esté o no de vacaciones, será al anochecer cuando, liberados de las tareas cotidianas, acudiremos a disfrutar del espectáculo.
Festivales hay de todos los tamaños. Hoy tratamos de los festivales de mediano-gran formato, dejando los menores, pero no menos importantes, como el de Fuente Obejuna en Badajoz o el de Burgo de Osma en Soria, para otro momento.
De entre los dichos, hay festivales que se ciñen más a lo clásico, como son el de Almagro, Olmedo, Alcalá de Henares, Chinchilla, FITCA Alicante y Cáceres; mientras que otros, se descuelgan con propuestas más versátiles o innovadoras, en el sentido de actuales, destacando por su variedad programática: El Grec –extensísimo-, Olite –no está mal para ser año con estreno de dirección artística (como en Peñíscola)-; San Javier, diverso y amplio y el Fresca Alacant que, en su segunda edición, y como novedad, se realizará en la plaza de toros de la ciudad, pasadas las Hogueras, mientras se abanican las palmeras. Mérida, siendo uno de los festivales más veteranos, merece trato especial, por su exclusivo contenido; el de Peñíscola, con mucho mar a la vista, en el castillo de Papa Luna, hasta la fecha no se le conoce programación alguna.
Unos pocos comienzan a andar en junio: Alcalá de Henares, que se alarga hasta primeros de julio; Chinchilla que se consume en apenas una semana, hacia la tercera o cuarta, Almagro que, sin prisas llega hasta casi finales de julio y el Grec que se extiende aún más, hasta la primera de agosto.
En el mes de julio contabilizamos el asombroso gran baile de festivales: Fresca Alacant, Olmedo, Olite, Peñíscola y Mérida (que se alarga hasta el último tercio de agosto). En agosto encontramos el de Sagunto y el de San Javier. Y ya en septiembre se encuentra el FITCA de Alicante que llega, en solitario, hasta la penúltima semana.
Como hemos dicho, en muchos de ellos se puede ver casi de todo y aún formarse o participar en algún encuentro-debate o jornadas de trabajo. Es cuestión de buscar, si interesa.
En cuanto a las propuestas que podemos disfrutar, mencionamos, en primer lugar, aquellas que más oportunidad brindan por haber sido programadas: ‘Safo’, ‘Tartufo’, ‘Diablo cojuelo’, ‘Miles Gloriosus’, ‘Malvivir’, ‘Ladies Football Club’… y otras como ‘El avaro’, ‘Amo y criado’, ‘Numancia’, ‘Hamlet’, ‘Noche de Reyes’, ‘Paraíso perdido’, ‘El Viaje de Isabela’, ‘Misántropo’, ‘¡Que salga Aristófanes!’, etc.
Hay que hacer referencia a las puntuales, cíclicas y distintas versiones tanto de ‘Fuenteovejuna’, como de ‘La vida es sueño’, y destacar un texto recuperado de un personaje histórico sorprendente como es ‘La monja Alférez’, una muchacha que se sentía varón de armas tomar, atribuida a Ruíz de Alarcón, en Alcalá, y dos creaciones que, alejadas en tiempo y distancia han hermanado: ambas tratan de la hija de Lope de Vega: en Alcalá veremos ‘Confesiones a Lope’, de Almaviva Teatro, y en Chinchilla, Albacete, veremos ‘Marcela, la hija del poeta’, de R que R Producciones. De Shakespeare no hay mucho este verano, pero suficiente; podremos ver ‘Noche de Reyes’, ‘Julio César’ y ‘Hamlet’, más un ‘Lear de locos y ciegos’, en Olite.
Autores consagrados como Lope, Calderón, Tirso, Rojas Zorrilla, Cervantes, Moliere, el dicho Shakespeare, Plauto, Safo, Marcela de Vega, Sor Juana Inés, Menandro… y otros, ya clásicos ya contemporáneos, vagan plácidamente por estos teatrales espacios estivales que, para no abusar de su confianza, estimado lector, veraneante o no, dejaremos pendientes de mencionar por ahora. Tampoco haremos mención de una pieza clave –o quizás dos- en el entramado arquitectónico que favorece la construcción de un festival: la dirección artística –y su equipo- y el presupuesto económico. Tan buen armazón tendrá excelente equilibrio si además le añadimos la zanca de las ideas imaginativas y profesionales.
Disfruten ustedes alegremente del verano y de nuestro próspero y barbado teatro, también en nuestros festivales.
¡Ah! Y no olviden el abanico, por si acaso.
¡Salud y Teatro!