No es fácil catalogar, calificar y argumentar sobre las decenas de festivales que, como amapolas en campo de cereales, germinan en verano. Hace cuarenta y pocos años ni siquiera el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro –uno de los más veteranos- existía. Desde el último cuarto del siglo XX al primero del XXI han surgido de tal forma que, al igual que la mona aquella podía ir de Gibraltar a Llanes sin bajar de los árboles, ahora podríamos cruzar enteramente la geografía española sin necesidad de pisar ciudad, aldea, villa que no se enorgullezca de tener un festival de teatro o teatro clásico, con que adornarse en calles y plazas al menos durante unos días de verano.
Clásicos o modernos, tradicionales o de diseño; arcaicos o nuevos; nacionales o internacionales, nacidos con motivo de un hecho histórico o cultural, o porque sí; con pedigrí o bastardos; acomodaticios o rompedores…, el carrusel de los festivales de teatro en verano llega y se instala hasta bien entrado el otoño, de sur a norte, de oeste a este. Reputados, puros o mestizos, de fin de semana o de semanas seguidas; con sólo espectáculos programados o con parafernalia escénica abundante; los hay centrados en un lema y los hay abiertos y díscolos… Unos aprovechan que se tiene un castillo que se ha reformado…, o un autor que una vez escribió aquello de …, o un hecho histórico en el que se relataban sucesos en los que la población era protagonista o que algún representante participaba, etcétera.
Desde mayo hasta noviembre retoñan: Clásicos en Alcalá, Festival Teatro Clásico de Chinchilla, Festival Internacional Teatro Clásico de Almagro, Grec de Barcelona, Festival Internacional Teatro Clásico de Mérida, Feria de Teatro Castilla-La Mancha de Albacete, Festival Teatro Clásico Castillo de Peñíscola, Festival Teatro Clásico de L’Alcudia-Elx, Festival FRESCA de Alicante, Festival Teatro de Olite, Festival Olmedo Clásico, Festival Teatro Clásico de Alcántara, Festival ClaCon Internacional Teatro de Coria, Sagunt a Escena, Festival Internacional Teatro y Danza de San Javier, Feria Internacional Teatro y Danza de Huesca, FITCA de Alicante, Festival Iberoamericano de Cádiz, Mostra Teatre d’Alcoi, Muestra de Teatro Español de Autores Contemporáneos, Festival Medieval de Elche, MAE de Cáceres. Podríamos recorrer la península de escenario en escenario, como hacía la mona, de árbol en árbol, sin tocar tierra.

Durante estos meses se percibe como un afán por resucitar a autores clásicos, a veces íntegros –sin tocar una coma-, y otras en adaptaciones, versiones o remedos excesivos; en ocasiones se busca una actualización temporal, acercando la temática al día a día, reivindicando autorías, ciertos hechos políticos o amagos de corrupción, relaciones amorosas y celos que conducen a trágicas escenas… Autores como Lope, Calderón, Tirso, María de Zayas. Moreto, Rojas Zorrilla, Cervantes, Lope de Rueda, Shakespeare, Moliere, Fernando de Rojas, Inés de la Cruz, Sófocles, forman el grueso de la tropa; junto a otros que, contemporáneos, se mezclarán o no con el listado de los dichos, dependiendo del tipo de festival (merecen capítulo aparte). La oferta de espectáculos es extensa, como se deduce de tan amplia nómina de autores; los hay para diferentes gustos y bolsillos institucionales que realizarán cada particular evento desde los específicos criterios de programación.
Desde hace unos años se ha formalizado un modelo de festival que, con independencia del lugar en el que se realiza, podría estar ofreciendo casi los mismos espectáculos, casi las mismas dinámicas, casi los mismos parámetros de exhibición. Podríamos ir al Festival AA y encontrarnos con propuestas que el año anterior ya estuvieron en el BE, o acudir al CE a ver el mismo trabajo que no se pudo ver en el DE, o acercarnos al EE, que nos queda más cerca que el EFE que queda a mil kilómetros de distancia, etc. Coexisten y conviven comedia con tragedia, verso con prosa, creación con recreación, lo que añade siempre un punto de diversidad y riqueza.
Atrás quedaron los llamados festivales temáticos (alrededor de un personaje, un acontecimiento, una imagen…) y hoy en día se puede ver bastante de todo en casi todos lados, siendo probable que coincidan varios espectáculos en lugares distintos, alejados, quizás debido a que son buenos trabajos, o que tienen un caché que se ajusta a la partida económica, o también, porque en su formato se adaptan a la infraestructura del lugar; quizás sea, igualmente, porque esa específica producción pueda reportar una buena entrada, y eso facilitará que otros espectáculos se financien, etcétera. A veces, se busca un estreno absoluto, lo cual también es un atractivo; y en otras ocasiones las propuestas serán excepcionales, que nunca o rara vez se han puesto en escena, con lo que se genera un reclamo hacia ese trabajo en especial que a su vez revierte en la rentabilidad económica, cultural y social del lugar.
Por lo general, cuando una producción va a un festival, independiente de su tamaño o capacidad de convocatoria, es una producción en la que la compañía se ha esmerado en crear un buen trabajo y en la que, sin lugar a duda, se hace un esfuerzo importante. Sabemos lo que es poner en pie una producción. Tengamos en cuenta que algunas son de dos o tres actores, pero que otras cuentan en su haber hasta seis, ocho o diez intérpretes, más equipos de gestión, distribución, técnico, etc., es decir, un ejército entusiasta que abordan el hecho escénico de modo absoluto, como no puede ser de otro modo, viviendo, en carretera, de escenario en escenario, cómicos de la legua, de lugar en lugar, de teatro en teatro…, casi como el macaco gibraltareño del principio.
Sé del buen ánimo y ambiente de los festivales que se dan en estos meses; se hacen con ganas y con la mejor intención, porque este tiempo es un tiempo especial, en el que nos reencontramos con nuestra idiosincrasia cultural, arcaica o contemporánea; y es periodo, o tiempo, en donde el reloj cuenta mínimamente y en donde aspectos relacionados con el ocio, la celebración o la dedicación a lo personal circundante se retoman y se les presta mayor atención.
En los festivales de verano estamos especialmente todos implicados: equipos de gestión, creadores, técnicos y público asistente. Es un tiempo exclusivo, importante, es un acontecimiento de encuentro, en tiempo de culturas centenarias, factible y aconsejable de ser disfrutado. Cuidémoslo y acudamos a ellos sin prisa. Y por si aprieta el calor, no olvidemos el sombrero, por si es de día y no hay sombra, ni el donoso y refrescante abanico, entusiastas y apreciados macacos escénicos. ¡Olé!
¡Salud y Teatro!
Paco Alberola